«Pequeñas guerras» de Maroun Bagdadi; juego arriesgado y confuso

La séptima Mostra de Cinema Árab i Mediterrani de Barcelona abrió sus proyecciones con un clásico del cine libanés, dentro de una edición que programó un foco especial sobre la cinematografía de ese convulso país. Maroun Bagdadi es un cineasta fallecido en 1993 cuyas películas pretendían ser un reflejo fiel de cómo vivían y sentían las familias libanesas los graves acontecimientos que a partir de 1975 desembocaron en un descarnado y sangriento enfrentamiento civil que destruyó un equilibrio político ejemplar en un país que había sido el centro financiero de la región, lo que le valió el sobrenombre de «la Suiza de Oriente Próximo».
«Pequeñas guerras» es una película rodada en 1982 que narra las pequeñas historias de tres personajes en la víspera de esa guerra civil que comenzó en 1975. A regañadientes, Talal, el hijo de un señor feudal, debe asumir el papel de jefe del clan a la muerte de su padre. La mujer que lo ama, Souraya, intenta ayudarlo secuestrando a un hombre de negocios. Mientras tanto, Nabil es un reportero gráfico que pretende ser un héroe mientras que no hace otra cosa que aprovechar el contexto para vender droga.
Rodada en blanco y negro, la película da cuenta de lo fraccionada que era esa disputa que en la confusión que provocaba en sus contendientes, algunos la tomaban como un juego tratando de minimizar los riesgos a los que se exponían. El film fue rodado en el sector oeste de Beirut porque Bagdadi era cristiano y es donde se sentía más seguro. Los actores que aparecen en escena eran no profesionales con actuaciones bastante aceptables en la mayoría de los casos.
La protagonista, Souraya, se casó con el director nada más acabar el rodaje del filme que fue el primero de nacionalidad libanesa en participar en la sección Un certain regard de Cannes en el año ’82. Dos años más tarde, ambos se fueron a vivir a Francia, donde ella fundó el Centro de Danzas Orientales, disciplina a la que se dedica actualmente.
Souraya Bagdadi estuvo en Barcelona, donde explicó que su esposo, fallecido en 1993 cuando había viajado a Beirut para iniciar el rodaje que nunca se consumó de un nuevo film de ficción, vivió su cine de manera inseparable a la guerra y que su voluntad no era otra que la de ser un cronista de las décadas complejas y difíciles que vivió en un país cuya población no comprendía el porqué de lo que estaba pasando. En ese sentido subrayó que, en su opinión, alguien se está beneficiando de todo ese caos que todavía hoy permanece con una guerra frente a Siria.
Cuando le preguntaron acerca de una escena en la que se ve a unos reporteros extranjeros de televisión incitando a la representación ficticia de un presunto secuestrado para que ellos la pudieran presentar como verdadera en sus informativos, Bagdadi contó que era «una práctica habitual» que las cadenas extranjeras pagaran a guerrilleros para que simularan escenas como tiroteos que ellos pudieran grabar con sus cámaras y así enviar como reales esas imágenes a sus países, lo cual dejó asombrado al público que asistió a la inauguración de la Mostra.
Bagdadi forma parte de la generación de las decepciones y de los sueños. Su cámara documentó de manera cercana todo un periodo de guerras, locuras y fracasos. Su propia vida era un espejo de aquella generación que se entusiasmó con el mayo del 68 francés y que se quería comprometer con un cambio que veían posible.
Nacido en el Beirut de 1950, estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Saint Joseph, donde comenzó a militar en el movimiento estudiantil que constituyó uno de los pilares de la política libanesa del momento. Después marchó a Francia con la intención de profundizar ese camino pero lo dejó para adentrarse en el aprendizaje de cine en el IDHEC de París.
Su primer largometraje, «Beirut o Beirut», se hizo justo antes del inicio de la guerra civil, en 1975. Durante el conflicto, realizó muchos documentales que se han convertido en un valioso archivo de la guerra en sus diferentes fases.
©José Luis García/Cinestel.com