Pinamar: «Industria Argentina», de Ricardo Díaz Iacoponi, la lucha de unos obreros por sobrevivir

«Industria Argentina: la fábrica para los que trabajan» es una historia basada en hechos reales en la que, a través del personaje interpretado por el actor Carlos Portaluppi, nos adentramos en la crisis de una empresa en quiebra tras el estallido del corralito argentino.
Portaluppi, un brillante profesional quien trabajó recientemente durante tres años seguidos en el Teatre Lliure de Catalunya, nos envuelve emocionalmente dentro de la trama y hace que el espectador sienta la sensación de estar dentro de la película.
A partir de 2002, varios miles de empresas argentinas pasaron al control administrativo de sus trabajadores y continúan hoy día en actividad. Desesperados y con unos pocos centavos en el bolsillo, esos obreros comenzaron a organizarse para mantener en funcionamiento la compañía abandonada por sus dueños tomando el pesado camino de ser ellos mismos sus propios empresarios.
La aventura no está exenta de miedo y en su tránsito se encuentra con algunos episodios de traición: Daniel Alanis (Cutuli) ve como sus compañeros le dan la espalda cuando el empresario le despide poco antes de cerrar la empresa y Rubén (Daniel Valenzuela) intenta convencer a los compañeros sobre las bondades de su patrón.
Ricardo Díaz Iacoponi relata a Cinestel cuál fue su perspectiva comenzando por el actor Carlos Portaluppi:
«Carlos es una persona muy sensible. A medida que yo iba concibiendo esta historia, tenía a los protagonistas en la cabeza y me acercaba a ellos, charlaba y discutíamos un poco sobre los personajes y las situaciones. Ése fue un trabajo muy enriquecedor de ida y vuelta, de charlar cuando íbamos a hablar con gente de fábricas y que nos contasen su historia.
Yo creo que Carlos, aparte de toda su experiencia como actor, fue incorporando todas esas cositas y las vivió porque él es el personaje que sufre como consecuencia de que ve que se está haciendo agua por todos lados.
Lo que tenía claro es que no importaba cual era el trabajo, si era en una fábrica o fuera, pero cada uno se siente identificado con lo que hace y yo quería expresar la dignidad de trabajar en ese espacio.
Perder eso era perder prácticamente todo lo que había construido a lo largo de toda su vida».
– En mi país, España, que un hombre llore en público es algo que no se llega a aceptar demasiado. Es como si los hombres no pudiéramos expresar nuestra emotividad. ¿Ocurre lo mismo en la Argentina?
No, yo creo que no. En Argentina sí que se llora, aunque en el caso de estas situaciones extremas yo creo que tiene que ver con la sensibilidad de cada uno. Yo, por ejemplo, al personaje de Cutuli no lo vería llorando en ningún momento pero sí a Carlos que es todo lo contrario.
Los momentos del llanto no estaban definidos del todo en el guión. Eso fue algo que le surgió a él y que a veces incluso discutíamos a posteriori.
– También me llamó la atención el personaje de Daniel Valenzuela quien en la vida real es un insobornable y en la película pasa a ser un sobornado. ¿Cómo aceptó él tener que actuar como su «anti-yo»?
Estoy fascinado con todas las actuaciones y en el caso de Daniel, en la primera versión que yo le dí del guión, no estaba bien logrado todavía el personaje. No lo conocía personalmente, solo por sus trabajos, y en la primera charla que tuvimos después de que leyó el guión. Ahí me di cuenta de que tenía mucha experiencia, me enteré de que trabajó en una fábrica y había sido delegado y lo que me aportó el y lo que surgió de ahí fue bárbaro para terminar de cerrar el personaje que para mí era difícil porque tenía que hacer un cambio muy importante y tenía un tiempo de desarrollo como para que se justifique y se diera cuenta que sólo no se iba a poder salvar.
– «Industria Argentina» expresa muy bien lo que es la desesperación, el miedo, las dudas a intentar algo nuevo y la traición entre compañeros, una mezcla de experiencias que se viven. ¿Lo tomaste de casos que conocías?
Eso pasa en todos los niveles de la vida real, a todo el mundo nos pasa, incluso a mí me pasó también, y cuando hablas con gente de la fábrica, más todavía. Hay mucha gente que no tiene otra salida. Uno se pregunta «sabés que no te van a pagar y por qué seguís».
Yo trabajé un año en una fábrica donde a los compañeros que trabajaron antes que yo se les debía mucha plata, hacía seis meses que no les pagaban. Cuando yo entré estaban al día y pagaban, pero a ellos aún les adeudaban los atrasos y a medida que uno ve que va pasando el tiempo, que no se les paga y que las promesas se van incumpliendo, uno sabe que eso no tiene ya retorno.
Sin embargo a la gente le cuesta revelarse y decir «no, hasta acá llegamos» y eso tiene que ver con una cuestión de miedos y otros factores como la estabilidad laboral.
©José Luis García/Cinestel.com Pinamar – Argentina (fotos en Pinamar de Giovanni Sacchetto)