«Por las plumas» de Neto Villalobos; tenaz obsesión por una idea fija

Selección Nuev@s Director@s en Donostia.
Conoce de sobras el realizador costarricense el permanente problema con el que se encuentran en su país no sólo para hacer cine, sino también para distribuirlo en unas salas propiedad de grandes empresas extranjeras que se han arrogado la potestad de levantar un filme nacional tras la primera o segunda semana de exhibición aunque las películas tengan una respuesta de público buena o medianamente buena. Villalobos ofrece en su ópera prima la postura de un personaje principal tenazmente obsesivo hasta lo patológico.
Chalo es un guardia de seguridad solitario y sin residencia fija para quien las peleas de gallos son prioritarias en su vida con la obsesión de poder comprar una de esas aves con la que participar en esos eventos ilegales. Cuando consigue comprar uno, éste se vuelve inseparable y se lo lleva también al trabajo porque no tiene quien se lo cuide.
Durante su transitar insociable va conociendo personas que de a poco se van acercando a él. Candy es una empleada doméstica de una casa al lado del lugar donde trabaja, quien quiere prosperar económicamente vendiendo productos cosméticos de una conocida firma internacional; Erlan es un chico obeso cuyo padre se dedica a la venta ambulante que quiere conocer más de cerca la atmósfera que circula en torno a esas luchas prohibidas de animales de corral; y Jasón –con jota y acento en la o– es un compañero con el que comparte más de lo que en un principio parece, entre otras cosas porque ambos repiten una larga y prolongada infancia que no tiene fecha de caducidad.
Lo terrible de Chalo es que parece estar tan obcecado en conservar el gallo, al que termina llamando Rocky, que rehúsa atender otros asuntos más importantes en la vida y que son necesarios en cualquier persona en beneficio propio y de quienes le rodean. Cree que si Rocky vence en las peleas, logrará dinero y buena reputación, y mientras sueña con ese esperado escenario, apenas duerme e incluso se hace una sesión de fotos con el animal. «Por las plumas» no contiene ningunas imágenes de violencia real entre las aves y, por descontado, ningún gallo empleado en el rodaje sufrió daño de ningún tipo.
No es una película sobre gallos de pelea, sino que este hecho es un simple pretexto para hablar acerca de las relaciones humanas, la amistad, la solidaridad y el aislamiento social al que se someten algunos individuos metido dentro de un contexto de personajes inmaduros que se sienten atraídos por cierto trasfondo ilegal y antisocial pero que progresivamente consiguen cierto compañerismo y confraternidad entre ellos, a diferencia de lo que se pueda pensar desde fuera de ese territorio tan áspero y violento. Las actuaciones son correctas aunque tienen algunos muy pocos puntos bajos, lo que es comprensible siendo una primera película del realizador en la que, excepto la actriz Sylvia Sossa que encarna a Candy, los tres protagonistas restantes son no actores.
«Por las plumas» es un film narrado en gran parte en clave de comedia negra, cuyo guionista y director se propuso que debía circular en torno a una crítica hacia actitudes que se pueden calificar como de estupidez humana y también hacia los excesos de la burocracia, -una escena en la que tienen que rellenar un test es buena prueba de ello-, lo que se puede observar también en muchos otros países. El realizador tico -abreviatura de costarricense- optó con éxito por el crowdfounding como una de las vías de financiación de la película y el rodaje tuvo lugar en la localidad de Puriscal, en el cantón del mismo nombre, donde ya ha desaparecido la única sala de cine que les quedaba abierta.
©José Luis García/Cinestel.com