«El problema con los muertos es que son impuntuales»; cuestiones vitales
Oscar Mazú es un realizador santacrucino cuya primera película documental a buen seguro que no nos va a dejar indiferentes ya que se propone desenmascarar qué hay detrás del trabajo de los profesionales que laburan en los tanatorios y lo hace desde un punto de vista que procura mezclar el humor negro con el rigor de un entendido experto en esos menesteres sobre los que, como futuros muertos que somos, alguna vez es posible que nos hayamos hecho preguntas. Para intentar responderlas, este film nos habla en torno a ritos funerarios, experiencias y detalles que ignorábamos a través del tanatólogo más importante de la Argentina, Ricardo Péculo.
Mazú vive en Buenos Aires, aunque nació en una localidad llamada Río Turbio, y como turbios vemos a veces estos temas de entierros, cremaciones, ataúdes o embalsamamientos, intenta con esta película acercarnos a ese mundo tétrico, lúgubre y tenebroso, no exactamente como lo hizo en la ficción Narciso Ibáñez Menta, aunque igual con sentido del humor y en este caso, tratándonos de mostrar instructivamente aquello que normalmente no vemos porque no nos ha preocupado o porque no hemos podido llegar hasta ahí. En diálogo con Cinestel nos cuenta más detalles:
«Yo estaba a punto de realizar una película de ficción y me apareció un problema de salud que me llevó a una operación de cuatro bypass cardíacos y luego de esa operación estuve mucho tiempo sin poder trabajar, por eso después me puse a escribir este guión que es un documental de humor negro donde cruzo mi experiencia personal en cuanto al temor de la muerte, ya que la operación sobrevino porque había tenido un infarto del que no me había dado cuenta, y la continuación fue que ese temor me hizo investigar sobre los ritos funerarios para lo que contacté con un gran experto en tanatología que es bastante famoso y pensé que podía lograr contar un poco la experiencia en primera persona cruzándolo con este personaje con mucho humor negro».
– Ricardo Péculo es el tanatólogo que se encargó del traslado de los restos del general Perón desde Chacarita hasta la quinta de San Vicente. ¿Es por eso por lo que se hizo famoso en la Argentina?
No exactamente por eso. Su hermano ya trabajaba en este tema y son conocidos porque lograron transformar todo lo que es la tanato-estética y los ritos funerarios incluso hasta que el hermano de él hiciera algunos cambios. Por ejemplo, los autos de las carrozas fúnebres antes eran todos negros y a partir de una iniciativa de su hermano, empezaron a ser de otros colores, color vino, verde o más blanco,… incluso el servicio de cafetería o de sándwich no se hacía en los velorios, eso fue algo que modificaron ellos y Ricardo ha llegado hasta, como se ve en el filme, hacer ataúdes temáticos.
Respecto a los traslados de Perón, decidimos poner algunas partes en la película que contienen imágenes inéditas y también sobre Bruno Juárez, un gran bandeonista de tango, que era hincha del Racing Club, que justamente tiene los mismos colores del Racing de Santander de España, que armó un ataúd celeste y como tocaba con un bandoneón blanco, éste quedó arriba del ataúd como adorno con una orquesta típica de tango tocando toda la noche. Ese tipo de cosas son sobre las que trabaja Ricardo.
– Todos llegaremos, mas tarde o más temprano, a ese final no deseado de nuestra vida pero ¿usted ha pensado que puede haber gente que se muestre reacia a recibir toda esa información que ofrece la película?
La única referencia que tengo antes del estreno es su proyección durante el Festival de cine de Mar del Plata en noviembre de 2012. Ése fue el momento en el que tuve la oportunidad por vez primera de ver cómo reaccionaba el público y la verdad es que la gente se divierte muchísimo con la película, si bien hay un par de escenas que son bastante impresionantes, y lo que me pasó es que en la charla posterior a la función, las preguntas eran de lo más diversas. Es como muy movilizadora porque el filme tiene un planteo filosófico más allá del humor y eso produce en algunos espectadores mucho temor pero en general, más allá de la película, hacen muchas preguntas sobre cómo logré hacerla. Es muy particular el punto de vista que cada uno de ellos tuvo frente a un documental contado en primera persona desde una experiencia traumática y contado con humor, hace que el producto sea bastante particular.
– Ustedes lo que han intentado es reducir con el empleo del humor, la angustia que mucha gente sobrelleva cuando se le plantea este tema, como catalizador hacia una cierta curiosidad por saber. ¿Cree que en el fondo es también un documental didáctico?
Sí, puede resultar didáctico porque lo que cuenta está detrás de escena de lo que conocemos todos como un velorio o una cremación, o como ahora se dice es un making-off o un back-stage, en esas cosas en que siempre nos toca estar de un lado o de frente. En ese sentido sí que aparecen algunas partes que son las que más impresionan en el sentido de conmover con fuerza al espectador, pero lo demás es mucho humor porque así nos lo propusimos desde un principio a pesar de que todo lo que se cuenta es real.
Luego está también la cuestión filosófica de la muerte, cómo nos la tomamos. Al principio de la película cito una frase de Roland Barthes a través de la cual todavía se extraña de que la muerte de una persona siga impresionando como si fuera algo poco ordinario y en realidad estamos acostumbrados a ver cómo se va muriendo la gente.
– Curiosamente, y no sé si por algunos detalles concretos de la suntuosidad de los ritos que lo acompañan, todo lo funerario a veces tiende cuando se observa desde la distancia a provocar cierto gracejo y su documental me estaba recordando que en una de las ocasiones en las que asistí a Municipalia, un encuentro bianual que se celebra en Lleida que reúne a alcaldes y municipios de toda España, me fue entregado como periodista un dossier en el que figuraba un catálogo de otro salón especializado en funerarias y a mi regreso a Barcelona en tren estuve revisando un amplio documento adjunto que promocionaba ataúdes «confortables» y hasta alguno que tenía minibar para el fallecido. (risas) No pude parar de reír y hasta contagié a una desconocida señora que me acompañaba siendo los 170 kilómetros de viaje férreo más cortos que recuerdo. ¿Encontró muchas extravagancias de este tipo a la hora de afrontar el documental?
Sí, hay muchas pero acá encontramos casos de gente que al morir quiere que la dejen comunicada durante un tiempo con un celular (móvil) disponible dentro del féretro porque temen despertar al cabo de las horas o en días posteriores u otros que quieren contar con alarmas dentro de los nichos para poder avisar de que no están muertos. También hay gente que se preocupa por que le pongan todo lo que le gustaba, pero eso también es algo milenario ya que si uno piensa, recuerda que en las tumbas egipcias o en Centroamérica ponían las cosas que le gustaban al muerto como los alimentos para que estuvieran alimentados en el más allá. Eso sigue apareciendo, como dice usted, con modernidades como puede ser un frigobar o un celular con la batería cargada, por ejemplo.
– En «El problema con los muertos…» se ven algunos ataúdes tuneados o serigrafiados con distintos colores e inscripciones. ¿Cuál fue el que le pareció más llamativo?
En las proyecciones de Mar del Plata lo que más divirtió es el que tiene los colores del club de fútbol Boca Juniors, uno de los más importantes de la Argentina, e igual yo lo puse porque yo soy del River que es el contrario (risas).
– Hay también imágenes del interior del horno crematorio en pleno funcionamiento y actividad. ¿Eso cómo lo consiguió?
Pues el camarógrafo estaba tomando algunas cosas previstas de antemano y como nos conocemos desde hace muchos años porque además de trabajar juntos somos amigos, yo me estaba fijando en otros detalles aparte y cuando vi esas imágenes lo llamé y le dije que lo filmara, pero después se generó mucho debate respecto a poner o no la toma. A mí me parece que está bien porque progresivamente voy llevando al espectador a eso y seguramente es la toma más impresionante de la película sobre la que tengo que decir que tuvimos la autorización de la familia del fallecido incluso.
– También incorpora unas imágenes donde se le ve a usted en un lugar difícil de explicar recibiendo inesperadamente una llamada telefónica de su hija al celular. ¿Su hija supo dónde estaba usted antes de ver la película o recibió la sorpresa durante su visionado?
Lo vio en la película, no le había dicho nada porque ella estaba de viaje, a 3.000 kilómetros, y era una escena que nos estábamos divirtiendo mucho haciéndola, a pesar de que es difícil y de que no me pareció tan fácil meterse en el lugar donde yo estaba, pero sonó el teléfono de casualidad y era mi hija, y el director de fotografía me pedía que le dijera dónde estaba pero yo no quise porque, si bien sabía ella sobre qué estaba rodando yo la película, no me atreví a contárselo. De hecho, la asistente de filmación es mi hija mayor, que estudia cine y la menor, cuando volvió de ese viaje, ayudó en el rodaje también.
– De todas formas, me parece muy valiente por su parte haber tratado este tema en una película, si tenemos en cuenta que por descontado habrá quienes rehúsen conocer detalles sobre este asunto porque prefieren no saber nada acerca de esas cosas. ¿Percibió esa disparidad tras las proyecciones?
Le agradezco, y sí que en estos días con las entrevistas también otros compañeros suyos me habían planteado lo mismo y no sé si la palabra valentía puede resultar algo exagerada pero sí que podría serlo el hablar de la muerte de esta manera, sobre todo tratándose de un documental, porque si uno piensa en películas como «Muerte en un funeral» por ejemplo, que es humor negro pero es de ficción, yo creo que es más difícil abordarlo desde este otro género cinematográfico y hacerlo además de una manera que resulte divertida.
©José Luis García/Cinestel.com