«Raíz» de Matías Rojas Valencia; huellas y cicatrices irrenunciables

Amalia tiene 26 años y es la descendiente de unos colonos alemanes en el sur de Chile, localidad de Puerto Varas. Ella y su madre tienen una relación distante, que esconde un pasado de violencia doméstica. Cristóbal, un niño de 9 años, queda huérfano de su madre, que era la criada de la familia, y Amalia lo ayuda en la búsqueda de su padre de quien nada se sabe desde hace años, viajando con él hacia más al sur en un viaje iniciático que revela sus historias íntimas con el paisaje como testigo mudo constante.
Esta road movie del debutante chileno Matías Rojas es una propuesta minimalista bastante interesante sobre búsquedas, recuerdos, cicatrices del pasado que son irrenunciables, e intentos de hallar un sentido a algo que a priori se presenta como inexplicable y muy íntimo, una especie de intento de reconciliación con algo que es a todas luces irreconciliable.
En el rodaje de esta película intimista, el número ocho les ha acompañado en todo momento: ocho son las personas que participaron en la filmación, ocho días se dedicaron al rodaje y ocho mil dólares fue el presupuesto total para acometerla. La atmósfera que desprende ese lugar, frondoso, mojado y húmedo, genera cierta sensación de inseguridad, incógnita y pérdida de ánimo, pero al mismo tiempo asoma una débil esperanza de que al final de ese camino quizá se pueda llegar a encontrar siquiera una explicación a ese sufrimiento interior que está evidente en el caso del niño y más solapado en el caso de Amalia, quien comparte con Cristóbal la afrenta y terrible deshonra de una infancia mutilada.
El paisaje que vemos a lo largo de la película guarda relación con sentimientos encontrados, por un lado de melancolía ante una belleza de la que carecen en su interior los personajes por los golpes recibidos que les dio la vida y por otro, la incomodidad frente a lo desconocido. Rojas Valencia nos intercala en algunos momentos del film, imágenes de un perro labrador retriever de pelo negro que está soportando estoicamente las inclemencias del ambiente lluvioso que no hacen otra cosa que acentuar la idea de desamparo.
«Raíz» reúne a dos personas que no tienen como referente a la figura del padre y es una película sobre inseguridades, y hasta hostilidades si se quiere, tanto en el terreno inhóspito montañoso como en el de la llamada civilización urbana y evidentemente en el de las relaciones humanas de unos padres para quienes parece que tener hijos es un mal inevitable. De hecho, Cristóbal tiene una tía que es quien, por lógica, debería de hacerse cargo del chico dada la presumible orfandad a la que se enfrenta, pero aunque vive sola, dice que no tiene tiempo para dedicarse a él.
Los actores son no profesionales y hay que destacar, además de la buena representación de los protagónicos, la de una señora mayor que se llama Chela y que se representa a sí misma dentro de una película simple, sin demasiadas pretensiones, pero que dice y explica mucho acerca del tema que está tratando como son esas cicatrices que el transcurso de la vida nos va dejando y de las que no nos podemos desprender, en este caso las de la ausencia manifiesta de unos padres que aunque estaban ahí, no cumplieron con su papel como tales provocando una ruptura en su mundo infantil, y que en muchos casos marcan también a los hijos en cuanto a su forma de ver las cosas. Buen trabajo de este realizador sureño de Chile, que en el terreno del cine profesional nos recuerda que el sur también existe.
©José Luis García/Cinestel.com