Rania Attieh y Daniel García reflejan historias mínimas de la vida libanesa
Son estadounidenses, ella de origen libanés y él de Texas, y llevan realizados algunos trabajos fílmicos, todos ellos cortometrajes y un largo, en la mayoría de los cuales procuran retratar experiencias minimalistas sobre cómo son los habitantes del Líbano y de qué forma se comportan en privado y socialmente con sus virtudes, valores, errores, absurdos y desaciertos. Crecieron a partir de un corto que rodaron en Nueva York, ya que tienen su residencia en Brooklyn, que fue apadrinado y tutelado por el cineasta Abbas Kiarostami en el año 2007 que marcó el punto clave de su carrera.
«Almost Brooklyn» (Casi Brooklyn) se llamaba ese filme y era una reflexión acerca del paso del tiempo, su fragilidad y la cercanía de nuestro inevitable destino. Un hombre anciano tomaba un taxi porque había vivido toda su vida en Manhattan pero casi nunca había cruzado ninguno de los puentes que conectan con Brooklyn. Durante el trayecto lo vemos rodando imágenes a través de la ventana del auto con un antiguo tomavistas de aquellos que se hicieron populares allá por los años ’60 del siglo pasado, que usaban película emulsiva de super 8 y que en los ’80 cedieron el protagonismo al vídeo doméstico de cinta magnética. El taxista era de origen asiático, tal vez procedente del Irán de Kiarostami.
Dos años más tarde se embarcan en su primera experiencia libanesa con una historia en cortometraje, «Tripoli Quiet», que goza de cierta conexión con la anterior en el sentido de que tiene a otro taxista, esta vez de Trípoli, y a su vehículo de trabajo como punto central del relato. El conductor se detiene a tomar un café en un puesto ambulante y un niño de unos 6 o 7 años se introduce en la parte de los asientos de atrás del taxi. Cuando el protagonista regresa al auto lo encuentra ahí sentado y trata de hablar con él pero o no entiende o es mudo. Entonces comienza una odisea para tratar de averiguar de quién es y si se ha perdido. Llama la atención que el pequeño tiene un gran parecido físico con el niño que aparecía en la primera película que rodó Kiarostami en 1970, que también era un corto y se titulaba «El pan y la calle».
En el año 2011, Attieh y García ruedan su primer largometraje, «OK, enough, good bye!», también en el Líbano, un país en el que los lazos familiares son muy profundos e importantes. En Trípoli vive con su madre un hombre de unos 40 años que regenta una pequeña tienda de pastelería y que parece haber renunciado a la idea de ser independiente y formar una familia, tal vez con la percepción de que la presencia de su progenitora que todo lo organiza y limpia, va a ser permanente. Pero cuando un día su madre de repente se va, el pastelero se queda sólo ante una ciudad que antes se le hacía pequeña pero que ahora le parece enorme.
En principio se propone ocultar la ausencia de su querida madre manteniéndolo en secreto ante las personas que están a su alrededor y al mismo tiempo comenzando a poner su mirada en aquello que la ciudad le ofrece, paseándose sin rumbo a través de sus días, tratando de mantenerse ocupado y de dar un nuevo sentido a su recién estrenada independencia. En una disimulada desesperación va buscando la compañía de extraños y conocidos, haciéndose amigo a regañadientes de un niño vecino de seis años y comenzando una relación incómoda con una prostituta que se puso en contacto con él a través de mensajes de texto SMS. La guinda final la impone la necesidad de contratar a una sirvienta que le haga las tareas de la casa. Encuentra una inmigrante etíope con la que le cuesta horrores comunicarse por la diferencia de idiomas y es ahí cuando comenzará a darse cuenta de lo distintas que son las cosas a cómo él se las pensaba y comenzará a buscar cierto equilibrio lógico en sus relaciones con los demás.
Como es sabido, la mayoría de las películas que se ruedan en el Líbano tienen como contexto las sucesivas guerras que han castigado al país siempre bajo un trasfondo religioso. Rania Attieh y Daniel García logran presentarnos experiencias de vida desde un prisma diferente, el de las relaciones amistosas y familiares, y sobre todo desde una noción peculiar acerca de lo que son las responsabilidades familiares y las cargas con respecto a los hijos solteros que deciden quedarse a vivir con sus padres hasta bien entrada la edad adulta, un fenómeno que es bastante común en el Líbano y al que no parece estar ligado estigma social alguno o razón clara y a la vista, a diferencia de lo que ocurre en otras parte del mundo como Europa, donde muchos jóvenes no pueden o no están interesados en afrontar el reto que implica el abandono de la casa de los padres.
Ese tema de los adolescentes adultos es fundamental en esta película y también lo es la paradoja de que una persona que se queda sola como le ocurre al protagonista del film, no encuentre con facilidad puntos de convergencia con otros seres de su entorno y obligue al personaje a desenvolverse en un ambiente que cada vez parece más sofocante, creando además una especie de círculo vicioso. En «OK, enough, good bye» se muestra también otra realidad del país desconocida desde el exterior: un mercado de sirvientas extranjeras al que los autóctonos acuden como si se tratara de la compra de coches de importación. Esto es algo que se está denunciando desde 2009 ante algunos casos de suicidios y maltratos por parte de los empleadores. Hay incluso quien cree que estamos ante una cuestión de esclavitud moderna con tintes claramente racistas por parte de ciertos libaneses.
Los trabajos de ambos realizadores estadounidenses suelen navegar entre la ficción y el documental, siempre desde un discurso intimista como es el caso de su más reciente trabajo, «Escenas cortas de un largo matrimonio» (2011), un cortometraje en el que se ve a una pareja de ancianos libaneses que están siguiendo a través de un aparato de televisión la locura y el caos de la revolución egipcia de la plaza Tahrir. Un filme encargado por una fundación de arte de los Emiratos Árabes Unidos que reflexiona sobre la evolución de las sociedades y la rotación entre las generaciones.
©José Luis García/Cinestel.com