Cannes: «Relatos Salvajes» convence a crítica, público e industria

Crueldad y misantropía son las dos palabras que mejor definen el conjunto de seis relatos que componen la nueva película del argentino Damián Szifron, instalada en la carrera por la Palma de Oro en el 67 Festival Internacional de Cine de Cannes. Inconexas en lo narrativo pero unidas y enlazadas en lo temático, las historias diferentes que se muestran tienen como punto en común ese estallido violento que deviene cuando se sucumbe a la presión y no se toma la precaución de una reflexión previa sobre ese acto inadecuado.
Vista la proyección en el Lumière, América del Norte, Australia y Nueva Zelanda se sumaron a Francia y Benelux en la compra de derechos de exhibición.
La rebelión contra la mentira y el abuso tiende a aplicarse, sobre todo si se hace de manera individual, de una forma inapropiada porque la enorme tensión creciente lo favorece. «Relatos Salvajes» es, en ese sentido, una película que quiere transmitir al espectador la angustia y la locura que se deriva de una decisión impulsiva, aunque tratado con ciertos toques de humor negro para aliviar la estupefacción y sorpresa del público.
Esas tramas que están formadas por auténticas pesadillas en las que los personajes están sacando a relucir los instintos humanos más primarios y deleznables, tienen la peculiaridad de que están provocadas por situaciones que parten de ser complicadas y donde el malhumor hace que todavía se compliquen más por esa frustración oculta que tienen ante cierta decadencia moral. Para mayor inri o escarnio, hay en la película quienes intentan ayudar pero que, paradójicamente, complican aún más la situación del mismo modo que los hay que se comportan en el sentido más provocador; digamos que son los que encienden la mecha para dinamitar.
Pero fue en el contexto de la rueda de prensa donde Damián Szifron se pudo explayar más acerca de sus intenciones a la hora de escribir el guión y dirigir esta película. Ahí como premisa lanzó a los concurrentes que si hubiese nacido en un contexto de extrema pobreza no sería para nada dócil, «porque siempre tuve algún tipo de problemas con la autoridad».
Añadió además que disfrutó mucho escribiéndola: «A diferencia de mis personajes, yo agradezco mucho ser director y escritor de cine y poder expresar a través de este maravilloso medio las cosas que me indignan de la sociedad. Si el cine no me diera la posibilidad de expresar y decir qué es lo que me molesta, creo que me volvería loco o cometería algún tipo de acto sobre el que los demás no estarían a favor. Me parece que parte de la función artística y narrativa es, por supuesto, tener una visión crítica de la realidad de un sistema socioeconómico que rige hoy en el mundo actual a la especie humana».
Szifron añadió que él ama lo que produce el hombre en libertad, pero «cuando el hombre se convierte en una especie acorralada, dominada, expuesta a estímulos negativos a diario, de pronto esa rabia se manifiesta». Como ejemplo de eso puso a un perro, al que si se le cierra y se le mal alimenta, acabará mordiendo.
Sobre las distintas historias que abarca el film, aseguró haber vivido unas personalmente y conocido otras por familiares y amigos: «La imaginación está más en el desarrollo de esos conflictos que he conocido que en el invento» -remarcó.
Los actores son todos de primer orden en la Argentina, muy conocidos, y al recibir el guión, algunos tuvieron el privilegio de poder elegir si se sentían más cómodos en otro personaje que el inicialmente asignado. Szifron no deja margen a la improvisación en los diálogos. «Damián es muy preciso y perfeccionista. Lo ha pensado todo antes del rodaje», aseguró Leonardo Sbaraglia, un actor que sin embargo tuvo que hacer para su personaje un gran ejercicio de construcción gestual y corporal porque en su relato pesan mucho más los gestos que las palabras. Solamente a él se le permitió incluir una frase que no estaba en el guión: «¡Madre mía de mi coração», terminada en portugués brasilero que es en Argentina una manera un tanto ‘cool’ de expresarse. Sbaraglia dijo que Szifron «sabe muy bien lo que quiere provocar en el público. Decodifica al espectador».
El director Damian Szifron llevaba unos nueve años sin estrenar en cine. Mucho tiempo ha pasado desde su exitosa «Tiempo de valientes». En Cannes tuvo que contar sus orígenes en el cine durante la rueda de prensa: «Vi muchísimo cine prácticamente desde que nací. El primer recuerdo que tengo de la vida es de una película, de estar en un cine a los 3 años o cuatro. Esas imágenes son lo primero que yo puedo recordar. A partir de ahí, y sobre todo a través de mi padre que fue mi gran maestro, mi mentor, compañero y amigo, pude ver una gran cantidad de películas que por supuesto fueron inaugurando rutas de pensamiento y el acceso a concebir o imaginar de determinadas formas. Particularmente yo amo la ficción, lo que se llama género que no se exactamente lo que es, pero que se reduce a lo que son metáforas de la vida y sobre todo de la actividad interna del cerebro humano, de la fantasía, de los sueños, que yo creo que eso también forma parte de nuestra realidad. La realidad no es solo lo que se ve. Es también lo que pensamos, lo que deseamos y lo que tememos».
©José Luis García/Cinestel.com