“Family Romance, LLC”, de Werner Herzog; compraventa de afectos y emociones

Estrenada en MUBI
Co-fundador del llamado Nuevo Cine Alemán, Werner Herzog es un cineasta que siempre se ha mantenido fiel a sus principios a la hora de mostrar en sus películas a personajes que siempre toman medidas destinadas al fracaso para enfrentarse a un mundo que ellos consideran hostil.
Sin tanta parafernalia como en otras de sus películas, “Family Romance, LLC” sigue siendo una propuesta muy interesante para explorar los lados absurdos de las personas, el deseo de ser otro distinto o la necesidad de enmendar problemas reales con soluciones absolutamente ficticias e inventadas.
Las personas que Herzog muestra, aquí están dispuestas a pagar por un poco de afecto o emoción.
El eje nuclear de esta historia está conformado por una madre que contrata los servicios de una empresa llamada Family Romance para que uno de sus empleados se haga pasar por el padre desaparecido que las abandonó a ella y a su hija. Mahiro es la niña tímida de 12 años que poco a poco comienza a aceptar la idea de que alguien le llene ese vacío que inconscientemente la atormenta. Además se da la circunstancia de que la progenitora va a tratar de conocer mejor a su pequeña a través del hombre que ella ha arrendado.
En este espejo de la locura colectiva, el realizador no se detiene únicamente en ese servicio contratado, sino que la película contiene otras aristas que complementan esa parte troncal del relato: una chica que quiere sentirse famosa y que alquila a unos paparazzi para que le hagan fotos en plena calle, un padre ficticio para acompañar a una novia en su ceremonia de boda, o una mujer que desea revivir el momento en el cual se enteró de que le había tocado la lotería, entre otras historias.
Por otro lado, el argumento del film discurre por caminos paralelos a los ya tratados por otros directores como Fernando León de Aranoa en “Familia” (1996), una cinta producida por el gran Elías Querejeta donde un hombre solitario de 55 años contrata a unos familiares fingidos en el día de su cumpleaños, o Yorgos Lanthimos en “Alps”, con un guion mucho más visceral y arriesgado porque estaba focalizado sobre una sola persona.
Werner Herzog siempre suele hacer alguna referencia en la mayor parte de su obra cinematográfica como director a componentes tecnológicos, y aquí no ha sido menos, pues aparte de retratar a sus personajes con la vista puesta en muchos casos en las pantallas de sus teléfonos, e incluso en cómo representarse a través de ellas, también muestra un par de robots que ocupan la recepción de un hotel, los cuales son unos elementos automatizados carentes de sueños.
Y como él mismo reconoce, sus películas siempre desdibujan los límites entre el documental y la ficción. De hecho, cuando estrenó “Fitzcarraldo” (1982), ya le dijo a todo el mundo que se trataba de un documental, aun cuando el filme estaba protagonizado por Klaus Kinski y Claudia Cardinale, pero obviamente el uso que ahí hacía de los no-actores contribuía a abonar esa idea.
El cineasta alemán arma una situación basada en el engaño y la impostura, pero lo hace a partir de una empresa que sí que existe en la realidad en el país del sol naciente, donde parece que las actitudes delirantes y la disposición a pagar por un poco de afecto o de emoción directa estarían en aumento. El cine también se basa en la mentira, pero por supuesto es mucho más sano y gratificante que el hecho de engañarse a uno mismo en lo personal.
©José Luis García/Cinestel.com