«El Abrazo de la Serpiente», de Ciro Guerra; armonía, amistad y traición

Estreno Internacional, Finalista Oscar Mejor Película Extranjera
Ciro Guerra es un cineasta colombiano que aúna amor por el cine, talento y concisión en todas y cada una de sus propuestas cinematográficas. Él sabe que el trabajo de desarrollo de un proyecto debe ser intenso desde su misma concepción y que tendrá que hacer llegar a sus actores la esencia de aquello que está contando. «El Abrazo de la Serpiente» es, por lo menos hasta ahora, la obra cumbre de un profesional capaz de echarle el arrojo suficiente a sus esquemas de guion, dirección y producción para que lo que se ve sea un filme de gran calidad visual y narrativa, que además permita que el espectador se apropie de espacios de libertad de pensamiento frente a una obra de ficción que no te deja indiferente. Guerra es un realizador que ha pisado a fondo el acelerador dentro de un cine colombiano que ha estado en línea ascendente desde su Ley de Cine del año 2003.
«El Abrazo de la Serpiente» es una película que no se mueve sobre certezas, que está lejos de exotismos y que, como ese agua del río que atraviesa la selva, fluye por distintos terrenos en una narración que entremezcla un par de épocas distintas porque está basada en dos diarios de viaje escritos y ocurridos con unos veinte años de diferencia. Uno de ellos es del etnólogo alemán Theodor Koch-Grünberg, y el otro del biólogo estadounidense Richard Evans Schultes.
La cinta conecta ambas historias con una formalidad y desempeño ejemplares, pues los flashbacks están tratados de una manera tal que los distintos tiempos se diluyen, conformando un bloque que es único en esa mirada que por suerte, parte de los pobladores ancestrales de las orillas de los afluentes del Amazonas. Buscando un universo multicultural, la producción aglutinó desde un actor belga y otro estadounidense, hasta un equipo técnico de Perú, Venezuela, México y Colombia, mientras que los idiomas que se escuchan a lo largo del filme son español, portugués, alemán, latín, catalán, cubeo, wanano, tikuna y huitoto.
Ese conocimiento y respeto que se respira en la película, y que ha estado tan ausente a lo largo de la Historia, es fundamental para entender de qué está tratando. Son múltiples los temas que han sido aquí dibujados con sutileza, desde el uso ancestral de la hoja de coca como mate, pasando por una fenomenal comparación entre el empleo de la brújula y la observación de las estrellas para orientarse, o ese blanco y negro de la imagen que adorna el sentido atemporal que se le quiere dar a la narración, llegando hasta asuntos que tienen que ver con aquella sabiduría popular que siempre existió y que ahora en parte se nos comercializa en nuestro mundo «civilizado».
«El Abrazo de la Serpiente» es un título que parece tener ese sentido, pues la mayoría de esos descendientes lejanos del despotismo ilustrado (Todo para el pueblo, nada por el pueblo) que visitaban a los aborígenes bajo su máscara de acreditados científicos, lo que hacían era tratar de adueñarse de sus conocimientos milenarios para comercializarlos después y vendérselos a las masas populares, a ser posible apelotonadas en ciudades. Tal vez el «sangrado» de las cortezas del árbol de caucho que se ve en el filme sea la alegoría perfecta que escenifique esa complacencia de los bastardos por el abuso, el expolio y los intentos de suprimir la identidad, cultura e idiomas de los aborígenes, primero con evangelización católica y después con extrañas sectas alucinógenas, todos ellos aquí representados en el guión de Ciro Guerra completado por Jacques Toulemonde. (Llamativo y curioso el fraile elegido, por cierto)
Llegado a este punto, es necesario aclarar el profundo respeto y la distancia debida que todo buen profesional del cine debería de tener, cuestión que tanto Guerra como la productora Cristina Gallego tienen sobradamente superada desde siempre. También es acertada la representación de un mundo antagónico a la selva a través de dos personajes diferentes, junto a dos Karamakate (joven y viejo), que representan a un mismo sabedor y guerrero payés, quien sería el primer protagonista indígena del cine colombiano.
«Tan dura ha sido la historia amazónica para el indígena que la respuesta ha sido el silencio. Y esto es, en el fondo, lo que nos interesa de esta película: dar un espacio y una voz a quien no la ha tenido”, explicaba Gallego, la productora del film.
©José Luis García/Cinestel.com