«Altamira», con Antonio Banderas; contando historias sobre la Historia

Estreno en España el viernes 1 de abril
A partir de unos hechos básicos, como ocurre con el cine, la Historia también se interpreta. En esta ciencia una cosa es el objeto de estudio y otra el punto de vista o el método utilizado por quien lo describe. A veces, una misma realidad es contada de maneras diferentes hasta el punto de que resulta imposible mantener un discurso uniforme sobre el mismo tema. Ni falta que hace, porque los contrastes son también parte de nuestra riqueza.
La actriz iraní Golshifteh Farahani y el español Antonio Banderas encabezan el reparto de «Altamira», un drama biográfico dirigido por el estadounidense Hugh Hudson acerca del descubrimiento de las famosas cuevas de Santillana del Mar, que albergan uno de los ciclos pictóricos y artísticos más importantes de la Prehistoria. Ese conocido hallazgo estuvo sometido a fuertes reticencias durante más de dos décadas, un periodo de tiempo en el que las cuevas estuvieron cerradas y Don Marcelino murió.
Antonio Banderas interpreta aquí a ese protagonista, Sanz de Sautuola, un científico a quien su pequeña hija le advirtió acerca de unos bisontes pintados en el techo de la cueva en donde estaban. El guion de la película procesa todos los datos que se conocen y aplica su visión en torno a dos asuntos que intentan nivelar la descripción que ofrece: los denostadores de lo que entonces era una teoría sin confirmar y la dicotomía de Conchita (Farahani) entre su fe religiosa y ese esposo al que ama.
Los guionistas del filme, José Luis López Linares y Olivia Hetreed, confirman una técnica que cada vez se va imponiendo más entre las producciones de cine y que quizá debería de suscitar el debate entre la comunidad de los amantes del cine: la sustracción de elementos locales para despojar al relato de una gran parte de su idiosincrasia original en aras de facilitar una supuesta mejora en la distribución comercial. Expresado de otra forma, se piensa por parte de los productores de estas películas de encargo que a los espectadores no les va a interesar todo aquello que no sepan identificar. Importa mucho más el Que antes que el Como, y sólo bajo esa premisa se entiende la brevedad con la que narrativamente se expone una reunión entre científicos en la que se discute un tema que es fundamental en el relato.
Tanto los prehistoriadores franceses como el catolicismo de la última parte del siglo XIX se sentían amenazados por una teoría que venía a poner en entredicho todos los modelos vigentes en el plano académico y en el bíblico. Ambas jerarquías no podían aceptar en forma alguna cualquier cosa que contradijera sus respectivas creencias y postulados.
El tema es muy interesante y es todo un acierto que por primera vez podamos ver reflejado en el cine un descubrimiento que logró modificar todos los paradigmas habidos hasta ese momento y demostrar que algunos habitantes del Paleolítico fueron capaces de expresarse con creatividad.
En cualquier caso, la decisión de Hugh Hudson (Carros de Fuego) y de los productores de abordar el film desde un plano estrictamente personal, como si la cueva fuera la causa de todos los problemas conyugales o profesionales de Don Marcelino, desluce bastante el conjunto de una obra extrañamente rodada en inglés, y con algunas incongruencias dentro de este relato que está enfocado desde el punto de vista de esa niña, la hija del científico que fue incluso acusado de falsificador, que al final se va a reencontrar con la verdad.
«Altamira» es un filme que aborda con precisión las localizaciones de Cantabria donde sucedió todo en la realidad, fue rodado en scope, y el director de fotografía José Luis Alcaine hizo un soberbio trabajo en el entorno, acompañado de una buena puesta en escena. Y si la Historia siempre se cuenta de una manera flexible, según el punto de vista de cada cual, a este relato histórico también le ocurre. Y mucho.
©José Luis García/Cinestel.com