La bienvenida al relevante Festival de cinema francòfon de Barcelona

La fuerza que el cine hablado en idioma francés tiene en toda Europa y en el mundo es innegable. Francia es un país que prioriza los valores culturales y la difusión del cine.
Como la lengua francesa se habla en otros territorios europeos y en otros continentes, se revela como un acierto total la que fue la primera convocatoria del Festival de cinema francòfon de Barcelona.
Bélgica, Suiza, Francia, Túnez y Senegal fueron los países desde los que procedía un amplio esquema de proyecciones que incluyó además alguna comedia.
Ohlalà! fue el nombre elegido para identificar esta muestra que cada año traerá a la capital de Catalunya una fiel representación de los filmes más recientemente estrenados en el entorno galo, con la inestimable colaboración del Institut Francès y los Cinemes Texas, donde por cierto se ofreció una retrospectiva con al menos cinco de las películas más emblemáticas del director Cédric Klapisch.
«Una casa de locos» (2002), «Las muñecas rusas» (2005), «París» (2008), «Nueva vida en Nueva York» (2013) y «Nuestra vida en la Borgoña» (2017), la primera de ellas rodada en Barcelona, son los filmes de Klapisch que se proyectaron.
También se vio la tunecina «La belle et la meute» (La bella y la jauría), de la realizadora Kaouther Ben Hania; «L’effet aquatic», de Solveig Anspach, recién fallecida a los 54 años; la película de zombis, hombres lobo y vampiros, «Zombillenium»; «Tout s’accélère», film sobre la aceleración vertiginosa de nuestro mundo dirigido por Gilles Vernet, quien acompañó la presentación en Barcelona; «Chez nous», de Lucas Belvaux, una ficción acerca del auge de la extrema derecha en Francia; «L’Opera», de Jean-Stéphane Bron, sobre una institución como la Ópera de París; y «Felicité», el cuarto largometraje de Alain Gomis que explica la caída en desgracia de una cantante de bares nocturnos de la ciudad de Kinshasa cuando su hijo de 14 años es víctima de un accidente de moto.
Vamos a destacar mayormente dos de las películas presentadas, al margen de las del padrino de esta primera edición, Cédric Kaplisch, y algunas otras muy interesantes.
«Nos vemos allá arriba»
«Au revoir là-haut» (Nos vemos allá arriba) es el nuevo filme del polifacético Albert Dupontel, director, actor, guionista y humorista, quien se vio en la obligación de dirigir y actuar al mismo tiempo en esta historia sobre fraudes y trampas, ambientada en la década de 1920.
El filme se adentra en terrenos peligrosos y espectaculares, para contar cómo dos supervivientes de las trincheras, un ilustrador brillante y un modesto contable, deciden montar una estafa alrededor de los monumentos funerarios a los caídos en la guerra. Contiene también secuencias que movieron a un gran colectivo de gente, con multitudes y batallas.
Si bien Dupontel definía la película como «un panfleto contra el mundo actual disfrazado de una forma elegante», hay que decir que nos encontramos ante un film colorista (el gran realce que le da al color así lo atestigua) en el cual será imprescindible saber descifrar algunos códigos visuales.
Quienes hayan leído el libro, notarán que aquí la estafa sucede al principio y que hay algunos cambios para darle un sentido cinematográfico a la historia. Sí que está ese padre lleno de remordimientos y el hijo abandonado e incomprendido, en un relato que sigue conservando ejes importantes en los papeles secundarios a los cuales hay que prestar máxima atención, como por ejemplo el del flemático comandante Thérieux.
«Nos vemos allá arriba» es una historia casi teatral con algún que otro personaje muy carismático, que además se ajusta bien a la máxima del escritor original, Pierre Lemaitre, de que no cree en la imaginación sino en el imaginario, y que prefiere el recurso de tomar cosas del pasado para reordenarlas y aplicarles un punto de vista diferente.
Entre los dos actores principales encontramos al argentino Nahuel Pérez Biscayart, quien interpreta a Edouard Pericourt, el cual tiene una manera muy especial de expresarse, usando el esófago para hablar y portando máscaras faciales, cada una de las cuales va representando un estado de ánimo, algunas misteriosas, otras más coloridas, hasta llegar a una formidable metamorfosis final. Y precisamente, ese final se puede asimilar como algo inevitable.
«Petit Paysan»
«Petit Paysan» es una película de Hubert Charuel que se presentó en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2017. En el Festival Ohlalà! se proyectó este hábil thriller que aprovecha graves acontecimientos surgidos en la realidad para hacer una ficción sobre un granjero joven muy comprometido a desarrollar su negocio heredado, sobre el cual conoce todos los secretos.
Todo funciona muy bien hasta que un día comienzan a surgir noticias sobre una peligrosa y devastadora epidemia que afecta a las vacas. Los protocolos sanitarios indican que cuando se detecta un animal infectado por un virus letal es necesario sacrificar a todos los componentes vivos de una granja. Pero cuando Pierre descubre que una de sus bestias está infectada, lo que se le ocurre al granjero de 30 años es intentar evitar que ese hecho se conozca, deshaciéndose de la vaca en cuestión.
A partir de esa premisa, todas las actividades cotidianas seguirán su curso, pero se irán dando indicios de que algo no está funcionando bien en ese lugar. Esa sospecha irá in crescendo en determinadas personas que se mueven habitualmente en torno al chico, quien en todo momento conservará un vestigio de esperanza sobre la posibilidad de que el factor infeccioso tan sólo haya afectado a aquella vaca desaparecida, con lo cual podría continuar sin problemas haciendo lo que en pura verdad es lo único que sabe hacer en la vida.
Si algo destaca por sobre de todo lo demás en «Petit Paysan», eso es la minuciosa adaptación de las escenas de ficción en su acercamiento a cómo sería un caso así en la realidad, pues parece que se emplearon vacas auténticas e incluso que tal vez sean de alguna epidemia verdadera.
Igualmente, la actuación de Swann Arlaud, el actor francés conocido por películas como «El Jardín de Jeannette», es vital también para el éxito de esta propuesta por su buena preparación para tareas tan complejas como las que tiene que llevar a cabo a lo largo de la película.
Y a Chaurel también le queda espacio para el humor en algunos puntos concretos del film, sobre todo la escena inicial cuando el protagonista está desayunando junto a las vacas. A su vez, la escena final bien parecería un guiño alusivo a secretos de granjero que no se pueden contar.
©José Luis García/Cinestel.com