«La Sapienza» de Eugène Green; arte, arquitectura y vigor de pareja

Eugène Green es un realizador nacido en Nueva York en 1947, pero que a los 22 años de edad se trasladó a vivir a París y allí continúa. Siendo cierto que comenzó bastante tarde a rodar películas,-tenía 50 años cuando estrenó su ópera prima-, merece la pena resaltar que el cineasta franco-americano forma parte del grupo de directores a los que les gusta adentrarse en la psicología profunda de sus personajes, sin que el espectador pueda llegar a temer que en cualquier momento del filme los integrantes de la historia sean demasiado explícitos. En «La Sapienza» (traducido ‘La Sabiduría’), Green nos descubre el viaje de un matrimonio que tiene un extraño comportamiento.
Fabrizio Rongione y Christelle Prot Landman son los actores que dan vida a un matrimonio ya en la cincuentena. Él es un arquitecto nacido en Suiza con una carrera brillante, pero que está empezando a tener dudas acerca del significado de su obra. Ella tiene problemas similares en relación a su trabajo como psicóloga especialista en el comportamiento de los menos favorecidos. La vida de Alexandre y Aliénor parece tranquila y monótona, existiendo un muro de silencio entre ellos.
El marido ve ahora el momento propicio para ponerse a escribir acerca del arquitecto barroco Francesco Borromini, una idea largamente acariciada y pospuesta. Para ello decide hacer un viaje hacia Tesino que más adelante prolongará hasta Roma. La esposa acuerda acompañarlo y en Stresa conocen por casualidad a dos adolescentes, hermano y hermana, que los llaman la atención, a él porque poco después descubrirá que el chico es estudiante de arquitectura y a ella porque la chica padece una extraña enfermedad nerviosa y la sensibilizan ese tipo de situaciones complejas.
Al principio de «La Sapienza», la moderación y sobriedad con que se relacionan los dos miembros del matrimonio vislumbra algún tipo de drama oculto a los ojos del público. Esa parquedad en todas y cada una de las conversaciones parece desagradable, aunque no es exasperante e incluso es posible llegar a pensar que ambos están separados. Eugène Green distribuye estratégicamente a lo largo de toda la película algunos planos en los que los actores parecen estar dirigiéndose a la cámara al mismo tiempo que a su interlocutor, o lo que es lo mismo, colocando al espectador al mismo nivel de quien en el filme escucha hablar. Ciertos planos en los que los dos protagonistas no se miran a los ojos, tienen una lectura cercana a la escenografía teatral.
Hacia la mitad de la película, esa percepción de sobriedad cambia porque también lo hace el arco narrativo que por momentos está mezclado con temas literarios y arquitectónicos, ya que la arquitectura clásica también forma una parte importante de la historia, así como la música de Claudio Monteverdi. Lo que el filme de Green sugiere a través de sus personajes, es que el seguimiento de los caminos profesionales de cada uno no son la mejor manera de resolver la crisis de un matrimonio desmotivado por circunstancias ocurridas en el pasado.
Alexandre y Aliénor toman como punto de partida para nuevas relaciones amistosas y sociales su altura profesional y ven los problemas de los demás desde un prisma compasivo. Y si en un inicio ambos quieren aparentar corrección, poco a poco se darán cuenta de que son ellos quienes de verdad necesitaban una revisión; el marido para recuperar la frescura inicial de algunos planteamientos generales y la esposa dando un vuelco a los traumas del pasado.
Eugène Green hace algún cameo a lo largo de este filme sobrio en un principio, pero que va adquiriendo consistencia hasta convertirse en una historia sólida que nos habla acerca del amor, el arte, la arquitectura y la importancia de la luz, el desplazamiento físico y emocional, la aventura, y el desarrollo de caminos vigorosos a partir de la edad de la juventud.
©José Luis García/Cinestel.com