“Sebastián Moro, el caminante”; entrevista a María Laura Cali
Estreno en Buenos Aires
La actriz María Laura Cali debutó como realizadora audiovisual con el documental “Los Ñoquis” (2019), una mirada hacia la embestida que el neoliberalismo practicó en la Argentina contra la función pública. Y fue en el transcurso de la presentación de ese filme en Bolivia cuando pudo conocer a un periodista mendocino que había sido víctima de esa violencia institucional, pues fue desplazado de sus tareas habituales en la delegación de Radio Nacional en Mendoza, donde renunció y además le borraron las 250 grabaciones de sus trabajos de investigación en torno a los juicios de lesa humanidad ocurridos en esa provincia.
“Sebastián Moro, el caminante” es un repaso minucioso a las circunstancias que confluyeron en un desenlace fatal que acabó con la vida de ese informador que era corresponsal en La Paz de Página12 y jefe editor de Prensa Rural.
El ahora fallecido entrevistó a Cali muy poco tiempo antes de esos graves hechos, presumiblemente llevados a cabo por la policía boliviana en connivencia con el ejército durante los albores del golpe de Estado de 2019 que derivó en el posterior exilio del presidente Evo Morales. A Moro le gustaba caminar por las calles de la ciudad y un día, a su regreso, apareció golpeado y desvanecido; por ello el documental intenta arrojar alguna luz acerca de los sucedido a través de algunos detalles como puede ser el análisis de los audios que el informador solía dejar grabados en el WhatsApp de su celular.
Sebastián Moro había ido a Bolivia en busca de una vida mejor, pero el último artículo que envió a Página12 desde La Paz, muy poco antes de su muerte, ya venía a anunciar que se produciría ese golpe. Y pocos días después, mientras él estaba en el Hospital agonizando, ocurrió también la masacre de Senkata y Sacaba.
La película contiene algunos fragmentos de “El Coraje del Pueblo” y “Banderas del amanecer”, ambas del cineasta boliviano Jorge Sanjinés, y además, la Fundación Grupo Ukamau, que igualmente sufrió la represión de aquel grave momento, figura como compañía coproductora del film. Sanjinés acaba de sacar a la luz su nueva película, “Los viejos soldados” (2023), con premiere en el Festival de Cine Político de Buenos Aires, donde “Sebastián Moro, el caminante” obtuvo el Gran Premio del Jurado.
María Laura Cali responde las preguntas de Cinestel:
– Sebastián Moro caminaba frecuentemente por la calles de La Paz hablando con grabadora en mano. ¿Frecuentaba siempre los mismos sitios?
Él hacía siempre recorridos fijos y todos los amigos y familiares lo recuerdan todo el tiempo caminando en Mendoza y también en Bolivia. Lo único que no se encontró en su departamento fue su grabadora, su celular sí estaba, al igual que una campera, un abrigo. Según lo que logramos saber, él sale a caminar con la campera de periodista. Es posible que también haya influido eso.
– Hay un momento fugaz del documental en el cual se ve una portada del Reader’s Digest donde el título dice “Cómo organizar su vida digital” y esto quizá plantea la reflexión de que aquellas personas que van en contra de la libertad y la democracia, antes quemaban libros, pero ahora con el auge del mundo digital parece que eso está más fácil, pues tan sólo tienen a unos pocos clicks la posibilidad de borrar archivos, como le ocurrió a Moro en Mendoza.
En Mendoza lo que existía era una web de los archivos de los juicios de lesa humanidad, que hace un par de años volvió a ser reactivada, donde se transcribe día a día todo lo que va sucediendo en un juicio. Sebastián iba a estos juicios y tomaba nota con su mano, -hay un montón de libretas que sí aparecen en el documental-, y luego eso lo transcribía y es lo que enviaba a esta web pública, y esto fue lo que borró de un plumón el gobierno de Mauricio Macri. Y claro, Sebastián no se quedó con copia de eso y para volverlo a hacer se necesitaría transcribir lo que pone en todas esas pequeñas libretas que sólo él entendía, y por eso resulta muy difícil llevar el hilo de lo que sucedía cada día, en cada juicio en los que se juzgaba a los genocidas.
Es muy importante y la verdad es que es una reflexión que todos tenemos que hacer, porque creemos que estamos protegidos cuando pensamos lo sencillo que es apretar un botón y tenerlo todo, pero también ocurre que se puede apretar un botón y borrarlo todo. Esa creo que es una reflexión de interés que este caso nos deja.
– Parece ser entonces que él se quedó en Bolivia porque no percibió los peligros de lo que sabía que podría pasar. ¿Fue por eso por lo que en ningún momento quiso regresar a Argentina?
No quiso marcharse y él estaba en crisis personal, no con su profesión sino por su subsistencia. Tenía un sueldo muy precario, como todos los que trabajan en radios comunitarias, y estaba en crisis con eso. En los dos días anteriores, cuando tuvieron que sacar los equipos, muchos de sus compañeros buscaron refugio, pero Sebastián se fue a su casa y yo creo que él supo que venía el golpe de Estado, pero no imaginó que él iba a ser un blanco de ataque.
Sebastián sentía una gran responsabilidad por informar, y esto se ve en cada una de sus historias, no solamente en Mendoza sino en Bolivia. Y ahí nosotros contábamos la historia de la Comunidad Chuñavi, donde también él un año antes había sido amenazado como consecuencia de haberle dado visibilidad a esta comunidad que estaba siendo saqueada por unos intrusos que se habían apropiado de las tierras. Él les dio voz a los dueños verdaderos de esa tierra y por ese motivo la misma radio fue amenazada.
Sebastián ponía su cuerpo, amaba su profesión, pero ponía su cuerpo en cada cobertura que hacía. Pero fue así, él no buscó refugio, no se protegió y no imaginó que iba a ser un blanco de ataque.
– Y después de todo lo que ocurrió, ¿encontraste que la Justicia de allá es lenta o es reacia a solucionarlo? Porque veo que hay unos juzgados que pertenecen a la policía, un detalle que me resultó diferente a lo que nosotros conocemos.
Sí, nuestra filmación coincidió con el inicio de la causa penal que promueve la familia, además de que es un caso que está en los Tribunales internacionales; pero sí, la Justicia va lenta. Y lo que pasó fue que Sebastián muere un jueves y en Argentina todavía estaba el gobierno de Mauricio Macri, entonces el embajador argentino en Bolivia no contuvo a la familia como se merecía.
Como ejemplo de ello, la familia pedía un avión sanitario cuando Sebastián estaba agonizando, todavía con vida, pero la Embajada le respondió que un avión sanitario no podía aterrizar en ese momento por como estaba Bolivia. Fue un año después cuando nos enteramos que en simultáneo, esos mismos días, aterrizó un avión con las balas que envió nuestro gobierno argentino para realizar la masacre que ocurrió en Senkata y Sacaba.
Eso fue sumamente angustiante para la familia y lo mismo sucedió cuando él fallece, piden un avión para trasladar el cuerpo y la Embajada les responde que eso no iba a ser posible, debido a las mismas razones por las que no había podido mandar el avión sanitario, y que era mejor que cremaran el cuerpo o lo dejaran enterrado en Bolivia, aunque les aconsejan que mejor cremen el cuerpo.
A partir de ahí, la familia crema el cuerpo de Sebastián y por suerte existen fotos y existe ese testigo último que lo vio. También hubo un médico que lo atiende y determina que eso fue producto de golpes y tortura. Se lo dice a la hermana, -la familia viajó inmediatamente a asistirlo-, y este médico se lo dice a la familia, pero de todo eso no quedó ningún papel firmado, porque en ese momento también, según lo que nos contaban sus allegados, no querían que todos los heridos y todas las víctimas fueran atendidos en los hospitales. Decían que era por producto de una borrachera o le ponían cualquier tipo de diagnóstico.
Por eso es muy importante visibilizar la historia de Sebastián, porque no se la conoce, ni en Argentina ni en Bolivia. Si bien recién fue el día del periodista en Bolivia, donde en la Casa del Pueblo (Casa de Gobierno) le nombraron el Periodista del Pueblo. Y este tipo de actos, la verdad es que ayudan a que este caso sea conocido y logre la verdad y la justicia, que es lo que viene reclamando la familia desde hace tres años.
– Y además, durante la primera parte del documental vemos que durante el tiempo en que Sebastián estaba en Mendoza, él daba visibilidad a problemas de gente que vive en el mundo rural. A nadie se le escapa el hecho de que hay un abandono constante de población desde el campo hacia lo urbano y que posiblemente en muchos casos sea por este tipo de coacciones que reciben estas personas. ¿Era importante exponerlo al principio del documental?
Sí, qué bien que lo resaltes, porque la investigación fue enorme y hubo un montón de cosas que no pudimos poner en el documental y son como pequeños puntitos que dejamos como para ver si al espectador le interesa, investigue. Lo emocionante es que el abuelo y el padre de Sebastián eran grandes militantes, así que esto viene a nivel familiar. Y en su chacra, el abuelo tenía mucha gente de la comunidad boliviana trabajando, donde la familia cuenta cómo convivían, cómo les enseñaban a leer y a escribir y, hasta el día de hoy, en toda esa zona repleta de viñedos en Mendoza, habita la segunda comunidad boliviana más grande de la Argentina, justamente porque van a trabajar a esos viñedos, pero la precariedad es absoluta, porque a veces no reciben un techo, son explotados, y Sebastián se ocupaba de darles visibilidad contando esas historias también. Todo eso es algo que él vivió desde chico, cuando ya quería ser periodista y vio cómo su padre y su abuelo luchaban por los derechos de la gente.
– Tengo una última pregunta que tiene que ver con la participación en la realización del filme, en mayor o menor medida, de dos personas para mí muy importantes, como son Carmen Guarini y Alejandra Almirón. ¿Su implicación fue decisiva en el resultado final de esta película?
Carmen me estuvo acompañando en todo; es la asesora integral del proyecto y estuvo conmigo desde el minuto cero en marzo del 2020, que fue ya cuando ingresamos en pandemia, momento en el que nosotros nos adentramos a escribir el guion y yo la llamé a ella para que me hiciera ese asesoramiento, y a partir de ahí estuvo conmigo en absolutamente todo, cuando decidimos filmar, ayudándome a repensarme, a evaluar este caso que no era sencillo, si bien yo siempre quise que la historia la contara el propio Sebastián a través de sus grabaciones y que él fuera el hilo conductor, al tener todas estas aristas más políticas y al haber todas estas opiniones, que si fue golpe, que si no fue golpe, pues hay un gran sector social que considera que no fue un golpe de Estado.
Para mí todo ese acompañamiento ha sido fundamental y maravilloso, un sostén fundamental hasta el día de hoy. Estuvimos en el Festival la Mujer y el Cine y ahí ella vino, me acompañó, participamos de un debate juntas, estamos ya escribiendo mi próximo proyecto en el que ella va a ser mi coguionista,… Hemos hecho un equipo hermoso.
Nosotros tuvimos a una montajista, Camila Menéndez, que hizo un gran trabajo porque había muchísimo material y ordenar todos esos ingredientes fue una tarea titánica. A mí me interesa siempre construir equipos porque yo no creo que siempre tenga la verdad. Los productores también fueron viendo todos los cortes, me fueron acompañando, pero había que reducir mucho la película, pues el primer corte duraba unas dos horas y media, y me parecía que era muy importante una mirada en montaje con la experiencia que tiene Alejandra Almirón, así que ella también se sumó como asesora al final y además realizó nuestro trailer.
Alejandra es otra hermosura de persona, con sus observaciones detalladas, exquisitas, que nos ayudaban a ajustar esta película. Y también quiero nombrar a Sergio Prudencio, un gran músico en Bolivia que se sumó a la película y que está totalmente comprometido con la causa de Sebastián. Él cree que hay que difundirla porque es fundamental contar cómo a veces el ejercicio de informar puede ser peligroso, como Rodolfo Walsh decía, y logramos contar con su música magistral.
El equipo ha sido extraordinario, tanto en Bolivia como en Mendoza, tanto en fotografía como en sonido, el cuidado que se le ha puesto a cada detalle. Yo estoy realmente muy satisfecha de este resultado final.
©José Luis García/Cinestel.com