«Stockholm» de Rodrigo Sorogoyen; la vida siempre es un viaje pasajero

En el viaje de la vida, con sus encuentros y desencuentros, hay veces que una persona encontramos a otra que es ideal para compartir momentos y seguir juntos en esta aventura que es vivir, básicamente porque en los conceptos esenciales estamos de acuerdo, aunque no en todo lo demás pero sí en unos puntos mínimos, pero ¿qué sucede si de partida esas cuestiones fundamentales de cada uno tienden a ser muy diferentes? Rodrigo Sorogoyen nos presenta en su ópera prima una historia que sorprende, no por su naturaleza que en los inicios es muy común a las que conocemos, sino por su inesperada evolución.
Todo transcurre en una noche. En una sala de fiestas él se queda prendado de ella y aprovecha la primera oportunidad para decírselo sin que le haga mucho caso. Le insiste varias veces, le dice que está super enamorado de ella, pero todo sigue igual hasta que ella se va caminando a su casa y él la sigue mientras le cuenta cosas graciosas con mucho encanto hasta que cuando llegan al portal de él, consigue convencerla de que suba a su apartamento y acaban pasando la noche juntos.
Hasta ahí todo es comprensible y también guarda una cierta lógica, pero al amanecer todo cambia y se transforma en algo absolutamente impensable para el espectador. Si en los ligues hay una norma no escrita según la cual a la mañana siguiente «si te vi, no me acuerdo», aquí uno de los dos pretende retener al otro en contra de su voluntad. Ese es el tema principal que desarrolla la película, cuando no se conocen los límites y se trata el cortejo como un secuestro. La vida es un viaje más o menos largo y pasajero en el que nadie debe retener a nadie en contra de su voluntad.
Sorogoyen nos muestra la noche como algo dinámico y mágico sobre la que es común que la mayoría de la gente que la aprovecha busque relacionarse y pasarlo bien. Como ligar dentro de un local con baile y música a todo volumen está más que difícil, el realizador potencia con acierto la caminata callejera en la que él la acompaña insistentemente cómo método de acercamiento. Pero por la mañana es cuando llega la pesadilla y es el momento en que el film se adentra en ciertas formas de violencia en las relaciones que no son necesariamente la física, que más bien resulta escasa en esta película, pero que demuestran lo distinta que puede ser la cara pública de alguien frente a lo que en verdad es en su intimidad. El director dice que decidió llamar «Stockholm» a la película por el famoso síndrome de los secuestrados, pero por lo que vamos a ver en la mañana, bien podría haberse llamado «Esto es el colmo», pues estamos metidos en un ambiente hiperrealista que mezcla diálogos con silencios y planos muy largos que añaden incomodidad en el espectador.
Aquí merece la pena resaltar que Sorogoyen había pensado destacar mucho más la parte del secuestro en la película en el primer esbozo del guión, pero después, en sucesivos retoques se pensó que era mejor centrarse en las relaciones que se establecen entre hombres y mujeres inicialmente desconocidos. Los dos personajes del film, obviamente ocupan la práctica totalidad de la película y pese a que el realizador indicó que su idea inicial era no dar muchos detalles acerca de la vida personal de ambos, contó en la presentación de la película que por las reacciones que encontró en el público, el chico sí que se comporta como un gilipollas, pero no lo es.
Conviene añadir que esta historia de amor distinta, actual y violenta no consiguió ser apoyada económicamente por ningún organismo para su rodaje y se tuvo que recurrir al micro-mecenazgo para su financiación. Los actores, Aura Garrido, Javier Pereira y el resto de secundarios de la fiesta y la calle, no han cobrado por sus trabajos y son a su vez coproductores de la película. En el Festival de cine español de Málaga se llevó los premios Biznaga de Plata al Mejor Director, a la Mejor Actriz y al Mejor Guionista Novel y Festival Films se ha hecho cargo de la distribución en España. Sorogoyen cree que en el país «existen diferentes formas de financiación, y todas son válidas, pero si no apoyamos a las nuevas generaciones de cineastas, perderemos muchas buenas historias»; la suya sin duda sí lo es.
©José Luis García/Cinestel.com