«Todos tenemos un plan»; la fascinación de Ana Piterbarg por la figura de Viggo Mortensen

Lanzar una ópera prima con un actor de renombre tiene sus riesgos. Piterbarg plantea una historia interesante que se desarrolla en el delta de Tigre en Buenos Aires y cuenta con muy buenos actores pero con un guión que no acaba de cohesionar la trama por sus contradicciones y una excesiva mirada hacia los dos personajes de Viggo Mortensen en detrimento de los de otros actores como Daniel Fanego o Soledad Villamil con los que hubiera tenido la oportunidad de diversificar la historia incluso creando nuevas subtramas.
Agustín es un médico pediatra que sufre una profunda crisis existencial que le lleva entre otras cosas a rechazar un bebé adoptado por el que su esposa había suspirado durante mucho tiempo. Aprovechando el fallecimiento de su hermano gemelo Pedro (doble papel para Mortensen), decide suplantar la personalidad de éste yéndose a vivir a la misteriosa región del Delta, donde ambos vivieron de pequeños.
Una vez en el Tigre, Agustín se va dando cuenta de que Pedro estaba envuelto en un peligroso mundo criminal.
Lo mejor del film es su buen despliegue técnico, las imágenes atractivas y de calidad y la presencia de actores que saben darle el punto adecuado a sus personajes, especialmente en el caso de Daniel Fanego que ha bordado su personaje de criminal medio psicótico. Soledad Villamil queda un tanto deslucida, con muy poca aparición, y su registro no alcanza los niveles de otras brillantes interpretaciones suyas. Mortensen además tiene que lidiar con un segundo personaje suplantado vía el primero, introvertido y poco resolutivo.
La directora, posiblemente fascinada por haber contado con un actor reconocido internacionalmente en su primera película, lo hace aparecer en la mayoría del metraje.
Ana Piterbarg dice haber estado unos diez años gestando este guión sobre el que desde el principio junto a su pareja pensaron en Mortensen para el papel principal y revela además que estuvo un tiempo tratando de encontrarle durante sus visitas a Argentina para ofrecerle la posibilidad de ser el protagonista.
Viggo Mortensen también ha participado en la producción del film.
«Todos tenemos un plan» es un drama psicológico que va variando sin asentarse entre el thriller y el cine negro, aquel que gira en torno a hechos delictivos y criminales, pero sin llegar a dotarle por completo del contenido expresivo que necesitaría.
Es en este sentido una película imprecisa cuya investigación policial nunca llega a materializarse ya que la presencia policial ocupa solo una pequeña parte del film.
El personaje de Sofía Gala Castiglione vendría a significar en parte el ingrediente amoroso de una femme fatale sin llegar a serlo por completo, que lleva al protagonista hacia el peligro o hacia el abismo directamente.
La muchacha veinteañera que interpreta tenía una relación amorosa con Pedro que después continúa con Agustín, pero antaño la tuvo con el líder criminal que Fanego encarna.
El español Javier Godino, actor y cantante vinculado profesionalmente a Nacho Cano, tiene un papel menor dentro del grupo delictivo y sus apariciones son escasas.
La zona del Delta de los ríos Paraná y Uruguay tiene por sus distintos arroyos e islotes una leyenda literaria de misterio, de oscuros y escondidos rincones en donde aquellos que viven fuera de la ley imponen reglas de conducta no escritas y códigos de silencio.
Que «Todos tenemos un plan» no esté a la altura de las expectativas generadas por ser el primer trabajo en el país de un Mortensen que vivió en la Argentina desde los 3 hasta los 11 años, no significa que sea una película prescindible. Más bien al contrario, las casi dos horas de duración en ningún momento se hacen largas y tediosas. Su inconveniente puede radicar en la mirada pero no en el planteamiento general de la historia que podría haber sido mucho mejor aprovechado.
©José Luis García/Cinestel.com
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