«Una familia gay» de Maximiliano Pelosi; ¿Qué cosa es una familia?
Estreno en la mayoría de los multicines de Buenos Aires.
Hasta hace un tiempo, las parejas argentinas de un mismo sexo tenían que viajar a lugares como España si querían tener legalmente reconocida su unión sentimental. Ahora, con la aprobación de la ley que permite la regulación de los matrimonios homosexuales, en Argentina surgió un debate social al respecto, pero ¿a todo el mundo le atrae el matrimonio como institución? ¿es una copia del matrimonio heterosexual? Mil preguntas comenzaron a surgir sobre este tema, en especial a aquellos a quienes concierne; ¿realmente se quieren casar?
«Una familia gay» es un documental que se apoya en algunos elementos ficcionados, previamente vividos, y en otros de búsqueda de respuestas, en algunos momentos casi a nivel periodístico. El centro del film es una pareja que felizmente han formado su hogar. Maximiliano, actor y director, procede de familia cristiana muy practicante y conservadora, y vive hace cinco años con David, un joven de familia judía ortodoxa que es comerciante de telas y vestidos de novia en el barrio del Once.
Pelosi, quien tiene ya cierto recorrido profesional en el mundo de la producción y realización cinematográfica, nos cuenta más detalles en diálogo con Cinestel.
– ¿Cómo surgió la idea de hacer esta película?
Yo empecé hace mucho tiempo con la idea de hacer una película sobre el divorcio de mis papás, que fue un tanto peculiar, y me empecé a preguntar por qué quería hacer la película cuando mis padres se habían divorciado hacía como 25 años y me dí cuenta de que la quería hacer porque yo ahora me podía casar. A partir de ese momento empecé a hacer una introspección primero, que luego pasó a ser una investigación sobre el porqué casarme o no, y cuando uno piensa estas cosas a nivel personal, lo hace con la gente que tiene alrededor. Entonces empecé a hacer pequeñas entrevistas y la ventaja de eso es que cuando vas a hacer una película y les preguntas a la gente, como saben que es para una película, a veces se dejan preguntar más, otras no, y se obliga a contestar pensando muy profundamente las respuestas.
Eso me hizo ir viendo distintas perspectivas para ir planificando las cosas en relación con la película y su estructura. Ideé las preguntas en función de lo que sabía sobre esas personas y algunas de las respuestas que me iban a dar ya las sabía porque había hecho un proceso de investigación previa. Eso duró casi un año y medio y al hacer definitivamente la película pudimos agregar cosas y cambiar otras, a veces de una manera espontánea. En concreto, la escena de cómo pensar la propuesta matrimonial que aparece en la película salió durante el rodaje y lo más divertido es que iba saliendo y se iba repitiendo en distintas entrevistas desde las de profesionales hasta las más íntimas que son con mis hermanas, siempre acerca de qué es el amor y sus distintas aristas.
– Vuestras familias tienen una posición radicalmente opuesta entre ellas en cuanto a lo que es el hecho de que un hijo tenga preferencias por la homosexualidad, pero ¿vosotros cómo veis el matrimonio? ¿es una opción útil para proteger a quien más quieres como se dice durante el film?
Yo creo que el matrimonio es un montón de cosas y eso es lo más interesante de la película, depende del paradigma en el que uno se pare a pensar en el matrimonio, en cómo lo piense. Para una persona que está dedicada a las leyes, es algo más legal. Para otros más identificados con la religión, es una cuestión religiosa, y para muchos es una cuestión social.
Lo más interesante que refleja la película es cómo el matrimonio es trasvasado por distintas instituciones, sean legales, sociales, religiosas, familiares,… y cada uno tiene su propia perspectiva respecto a lo que es el matrimonio en sí y a cómo funciona. A mí en lo personal, me parece que toca un poco en mi vida, y eso lo traté de reflejar en la película, pues está tocada por todas estas personas, instituciones y puntos de vista, sino no me hubieran interesado para ponerlas en la historia que cuento. De hecho hubo una escena que no quedó en el corte final, muy interesante, hablando con un rabino, porque para la religión judía el matrimonio no es para siempre. En el matrimonio judío existe el divorcio desde antes que el divorcio legal en las leyes civiles, entonces era muy fuerte encontrarte con una institución mucho más antigua que el estado argentino, el judaísmo, que tiene 5.000 años y ya concibió el «guet», que es un certificado de divorcio.
No quedaron finalmente esas dos escenas porque la película se hacía un poco larga y porque trataba de apuntar la historia a una decisión más personal mía y lo que se trataba era de darle más lugar a la posición y a la duda de mi pareja. Pero eso fue muy fuerte y a mí me hizo pensar bastante en relación a lo que es el matrimonio, cuánto puede durar y si merece la pena casarse. La religión católica está más por la monogamia y el ‘hasta que la muerte nos separe’, mientras que la otra, que es mucho más antigua, te permite reconsiderar esa decisión y descansar de tu pareja con el único motivo de que no se quieren y no se quieran más; te puedes divorciar y eso es como una cachetada a todo lo que uno aprendió durante muchos años.
– Una de las partes de «Una familia gay» que más me llama la atención es cuando aparecen diferentes personas en una ronda social porque ahí puedes ver que efectivamente son gente que pueden llegar a tener dudas y planteamientos comunes o disímiles pero que al mismo tiempo son bien diversos en su vida cotidiana. ¿Fue fácil convencerlos para que aparecieran en la película?
Es una escena reconstruida de un grupo social al que yo había asistido tiempo atrás que organizaba actividades culturales y de esparcimiento y una de esas charlas era sobre homoparentalidad. De hecho, yo estuve ahí y esas tres personas sí habían hablado en esa charla tal como lo hicieron ante la cámara. Yo les llamé y les pedí que lo reconstruyeran dos o tres años después junto con otras personas nuevas que no tuvieron ningún reparo en salir. Inclusive añadieron algunas cosas más sobre lo que les sucedió durante ese tiempo posterior.
Entre los relatos que tuvimos que descartar para no alargar demasiado la duración de la película, estaba el de una madre lesbiana que había tenido su hijo con un hombre y que cuando lo tuvo se dio cuenta de que no podía negar más que era lesbiana y que el tener el hijo le había permitido darse cuenta de eso. Se reconoció como tal en ese momento y prefirió dejar al padre.
Otra cosa que me pareció importante y así lo hice, fue el tratar de rescatar el humor porque me parece esencial para un discurso y para vivir la vida, por eso traté de que abundaran las situaciones graciosas y cómicas dentro de lo que se dijera y se viviera.
– Interesante también el testimonio de dos gays algo mayores de edad que dicen que nunca se habrían planteado ellos el tema del matrimonio. ¿De las opiniones que habéis podido cursar en parejas gays y lesbianas, existe también esa percepción en general?
Yo creo que a mucha gente nos sorprendió mucho el tema del matrimonio. Unos de los entrevistados mayores es un viudo, una persona que pudo casarse, se casó, y desgraciadamente enviudó, y parte de la pregunta inicial y la causa de la película es pensar que ahora nos podíamos casar y si queríamos hacerlo. Esa fue la pregunta que a mí me hizo pensar el hacer esta película. En algún punto, la sociedad avanzó mucho más rápido de lo que avanza uno y fue como una patada en la cabeza. Yo a los 17 años pensaba que no me iba a poder casar, que no iba a poder tener hijos ni una familia, y 17 años después, a los 34, se aprobó la ley del matrimonio igualitario.
No era que había sido un hecho ajeno o que no me hubiera interesado, de hecho había trabajado como militante en una pequeña organización y me había reunido con senadores y diputados para plantearles distintas posiciones en pos del matrimonio igualitario, lo cual pensábamos que eso no iba a hacerse realidad, que no se iba a aprobar esta ley, que iba a ser una ilusión y una parte, un escalón de la lucha. Cuando finalmente esto se logra de una manera entre comillas «rápida», en un proceso de año y medio más o menos, nos sorprende a todos porque nos obliga a replantearnos. Nosotros pensábamos que íbamos a tener que seguir luchando y nos dimos cuenta de que no; nuestra lucha era por la igualdad, por que se nos considerara iguales, pero no sé hasta qué punto estábamos luchando por casarnos. Ese era el hecho simbólico de la igualdad de nuestras relaciones, al menos simbólico porque esa realidad todavía no existe en la calle, ni en el colectivo cultural de la ciudad ni en el país, aunque la situación es mejor en la capital que en el resto de la nación.
Creo que cuanto mayores y más grandes somos las personas, más alejados estábamos de la idea de podernos casar. Yo me crié en una sociedad en la que el discurso de las parejas homosexuales no era un discurso que se veía en la televisión, ni se leía en los diarios. Todos los relatos que tenían que ver con la homosexualidad estaban o prohibidos o cercenados, o los gays eran locos, o eran raros, o caminaban mal, o se morían, o eran muy afeminados en una actitud casi paródica, en el mejor de los casos.
Años más tarde, cuando se estaba cuestionando la ley del matrimonio igualitario, salió una ficción en la televisión argentina, en el prime time, en donde dos personas del mismo sexo se casaban. Eso fue interesante en el sentido de construir el colectivo cultural en base a cómo nos cuentan y nosotros aprendemos que tiene que ser la realidad. La gente cuanto mayor es, menos pudo pensar en estas cosas. Para la gente más joven es más fácil, mientras que quienes estamos entre los 25 y los 45, somos generaciones de transición porque mientras veíamos que algunos por ahí estaban mucho más avanzados, nos obligaba a pensar esto desde otro lugar en nuestras reivindicaciones de igualdad.
– El tema de los hijos es otra cuestión que aborda la película, que reafirma que seas de la orientación sexual que seas, es una decisión personal, muy íntima de cada persona, como bien se ve incluso en vosotros mismos en la disparidad de opiniones que tenéis. Aquí si que ya depende de cada uno.
Sí, es una opinión absolutamente personal como aparece en la película, y en la charla con el cura yo no me había percatado de decirle si me quiero casar o no y el sacerdote me dijo que tiene que hablar la pareja, en vez del hecho de casarse, sobre cómo quieren criar a los hijos porque afirmaba que muchas parejas no se acaban casando por la diferencia en cómo quieren criarlos, otras muchas tampoco lo hacen porque uno quiere tener un hijo y el otro no, y aun cuando los dos quieran, hay que ponerse de acuerdo en bajo qué reglas, normas, situaciones o culturas los van a criar. Además de ser una decisión muy personal, es un tema a tener muy en cuenta en el momento de casarse porque se supone que la familia en algún punto es procreativa tal vez desde una visión muy heterosexista, pero desde un panorama mucho más moderno o menos ortodoxo, la familia es simplemente un grupo de gente que convive y tienen relaciones afectivas entre ellos. Debería de haber protección para todos los tipos de familias.
En todo caso, es muy lindo e interesante poderse plantear a nivel personal si quiero tener un hijo o no. Desde los 17 años que me asumí como homosexual, pensé que no solamente no me iba a casar sino que no iba a tener hijos en una familia en la que mis hermanos ya tenían novias y mis hermanas novios, y la idea de tener hijos y nietos estaba absolutamente instalada. Era una familia conservadora que crecía y se ampliaba con una estructura de reproducción del status quo. Ver a mi hermana con su hija y pensar que yo no iba a tener un hijo era lo que me dolía porque si bien yo era diferente entre los cuatro hermanos, siempre hubo como mucha igualdad, mis hermanos llevaban a sus parejas a la casa y eran bien recibidos y cuando nos íbamos de vacaciones nuestros padres invitaban a estos chicos a que viajasen con nosotros y yo pensaba que todo eso no lo podía hacer porque soy distinto, el diferente. Los hijos es algo que a uno le tocan mucho el alma.
– En «Una familia gay» habéis conjugado una amalgama de géneros que van desde la representación de vuestra realidad y algunos momentos vividos hasta la entrevista periodística, buscando que sea de una manera amena y dinámica. ¿Este esquema ya lo teníais decidido desde un principio?
Sí, a mí en particular los documentales no me resultan muy entretenidos, el cine de observación y de entrevista pura me suele cansar y yo quería hacer algo que fuera además de entretenido, ilustrativo sobre cómo aprendemos a enamorarnos, cómo aprendemos a ver y a que nos cuenten los relatos, factores todos ellos de distinto nivel de significados, pero si nosotros aprendemos a que nos tenemos que enamorar con esos discursos cromáticos de películas con mucho público y éstas son las que la gente están más acostumbrados a ver y que nos dicen cómo nos tenemos que comportar socialmente para demostrarle a alguien que si le regalamos un ramo de flores le queremos o que hay que hacerle una propuesta con un anillo de compromiso, y así es como se piensa culturalmente, por lo menos en occidente, lo que mamamos de Hollywood y de las películas, comedias y telecomedias, en algún punto algo de eso tiene que tener la película y no ser solamente un film de género documental, de entrevistas o quizá más distante y frío. Me parece que darle la posibilidad al espectador de que pueda identificarse con la película desde el protagonista, desde mi punto de vista personal, es una apuesta que valía la pena hacer.
©José Luis García/Cinestel.com