«Ventos de Agosto» de Gabriel Mascaro; dilemas de identidad

El jurado oficial de Locarno, presidido por el cineasta italiano Gianfranco Rosi, resaltó la propuesta del director brasileño Gabriel Mascaro con una mención especial dentro de su valoración para el palmarés. «Ventos de Agosto» es una película de aventuras, viajes, relaciones y, sobre todo, de identidad y búsqueda de un lugar en el mundo. El personaje central del filme es Shirley, una joven que ha abandonado la gran ciudad para irse a vivir a un pequeño pueblo al lado el mar con el fin de poder cuidar a su anciana abuela. Allí ella conduce un tractor para una reducida plantación de cocos, ama el punk clásico, sueña con ser una artista del tatuaje y se siente atrapada en ese espacio vital que la rodea.
La protagonista mantiene una relación con Jeison, uno de sus compañeros de trabajo que practica la pesca submarina de langosta y pulpo. El mes de agosto suele ser el momento en que las tormentas tropicales azotan la costa y un especialista en los vientos, encarnado por el propio director del film, llega a la zona con el objeto de captar su sonido e investigar ese extraño suceso real que solo se da en ese sector de convergencia meteorológica. Shirley y Jeison hacen un descubrimiento sorprendente que pone en cuestión aspectos tan trascendentales como la dualidad entre la vida y la muerte, la pérdida y la memoria, o el viento y el mar.
«Ventos de Agosto» es una película que sobresale porque tal y como está contada, de no ser por las buenas actuaciones que otorgan mucha credibilidad a esta ficción y el clima general de la película, por la atmósfera que destila el film también se podría haber rodado un documental, pues aquí en muchos momentos la experiencia visual se superpone a la narrativa, entregándonos una muy cuidada selección de imágenes y encuadres directamente tomados por el propio Mascaro. Lo mismo sucede con la exquisita selección de tiempos entre diálogos y silencios. Saber combinar adecuadamente los tiempos de silencio y conversación es un arte que no todos los cineastas dominan y que Gabriel Mascaro aprueba con creces en esta realización suya. El hecho de darle de vez en cuando protagonismo al silencio y saber en qué momento conviene hacerlo y cuándo no, facilita una interpretación mucho más realista de la historia que cuenta la obra cinematográfica, en contraposición a otras películas en las que todo el tiempo se está hablando y donde no se tiene en cuenta que nuestro vivir cotidiano se desenvuelve de otras maneras que no son la de articular palabras desde que nos levantamos hasta que volvemos a descansar.
El filme está exponiendo con cierto lirismo algunos de los dilemas sobre la identidad más frecuentes a los que nos solemos enfrentar los humanos, en especial cuando se piensan y se valoran en solitario. Porque básicamente es desde nuestro interior donde surgen interrogantes que tienen que vez con el miedo que tenemos a la soledad y con esa necesidad poderosa de estar conectados con el mundo que nos rodea o por lo menos, entenderlo. Aquí el papel del investigador de los sonidos del viento, que aparece poco tiempo en la película, significaría la alegoría perfecta sobre aquellas personas que se empeñan en querer comprender lo ajeno o lo distante, sin importarles estar cayendo en acciones estrafalarias.
En lo que respecta a la protagonista, Shirley, su papel es el de alguien que está en una edad de plena experimentación y que ha abandonado el mundo urbano para atender a su abuela enferma. Escucha música estruendosa y navega acostada boca arriba dentro de una barca desvencijada, rociándose todo el cuerpo con un raro y chocante bronceador de la piel. Cuando Jeison descubre una calavera, «Ventos de Agosto» inicia una senda misteriosa que por momentos se diluye dentro de la preferencia que muestra Mascaro por centrarse en las motivaciones y los pensamientos de sus protagonistas, así como en su adaptación a la normalidad del tiempo presente. El director brasileño apoya además su excelente retrato sobre la dimensión del medio natural con un sonido extraordinario que cautivará en las salas de cine.
©José Luis García/Cinestel.com