«Voces de El Alto» de Benjamín Oroza; confesiones bajo una carpa

Una tienda de campaña se instaló en la plaza de mercado de El Alto, la ciudad boliviana que se alza 4.000 metros sobre el nivel del mar. Los realizadores piden a los transeúntes al azar que cuenten una historia personal para la cámara. La película comienza con una chica joven medio riendo, medio llorando mientras describe una experiencia muy desagradable. Parece que la cámara impersonal se ha convertido en el primer confidente que ha tenido durante mucho tiempo. Es una primera escena para confrontar, pero en su esencia es representativa de lo que sigue.
El director finlandés-boliviano Benjamín Oroza explica que esta «Carpa de las historias» -que ha estado circulando por todo el mundo desde el año 2009- es una manera de «hacer películas con ellos, no sobre ellos. Quiero que mis películas transmitan un sentido de nosotros, mientras yo me quedo en silencio e invisible».
La presencia amistosa de Oroza combinada con la generosidad de la gente que pasaba adentro para compartir sus experiencias personales ha resultado en un collage sensible de historias, una visión conmovedora e íntima sobre el gozo personal y la tristeza. Hay de todo, desde una anécdota optimista acerca de un primer beso a una exasperada mini-actuación acerca de la lucha de la población nativa por la independencia, junto con las peleas con los cónyuges, padres violentos, y el dolor de ser expulsado por su propia familia.
LAS NOTAS DEL DIRECTOR
«La diversidad de historias podría destapar que la pobreza tiene tantas caras como narradores. También podría hacer hincapié en que los pobres y los ricos tienen mucho en común: la dignidad, la persistencia, la imaginación, la fuerza de voluntad, el humor, la inteligencia, el coraje, la humildad, la nobleza, la empatía, el amor y la pasión… la esperanza y la fe.
Pero hay una debilidad oculta. Si no reconocemos que la pobreza es también dolor, humillación diaria más allá de la imaginación y falta de poder, la Carpa de las historias nos podría imponer una visión romántica de los «pobres pero felices». Sin abrir conscientemente posos para todas las emociones, incluido el amor, y las voces de la ira, la Carpa de las historias estaría contando solamente la otra cara de la historia de la pobreza.
En lugar de evocar sentimientos de culpa y pena, esta película documental presenta relatos que incluso podrían divertir al espectador en general. Pero ese es sólo el principio, aparentemente inocente. Lo que realmente estamos buscando, y con la esperanza de sacarlo de las historias, es auto respeto y dignidad.
En este caso particular, no hay un primer punto de vista personal representado por un director de cine que «dolorosamente madura» durante el proceso. En cambio, la estructura emocional del documental sigue las emociones del espectador, provocadas por los narradores. Algunas de las historias serán un desafío para espectador al sentir y ver por primera vez la ira de ser pobre. Y tal vez, gracias a los medios de comunicación que todo lo impregnan, nosotros, los ricos y privilegiados, estamos más preparados para ver las imágenes de la miseria, la desesperanza y la violencia, que acostumbrados a escuchar a algún forastero pobre atreverse a sugerirnos que nosotros podríamos ser un poco hipócritas.
La principal razón para visionar el film es la tensión emocional de toda la película. Creemos que las emociones más fuertes vienen de la ira y del amor exponiendo también los sentimientos y los pensamientos más ocultos en el interior de la gente. En su conjunto, la película desafía al espectador bien intencionado a sentir algo más que compasión, culpa y pena. «¡Cómo te atreves!»
El enojo justificable dignifica. No sólo porque se atreve a amenazar los códigos conocidos y aceptados de forma silenciosa en el comportamiento de «los pobres miserables», sino porque la ira es el combustible para el cambio social. Gandhi estaba enojado. Martin Luther King estaba enojado. Todavía hay un montón de gente pobre enojada por ahí.
Y al mismo tiempo, el amor y la compasión fueron la fuerza de Gandhi y Martin Luther King».
*Benjamín Oroza (prr/tr/cinestel.com)