Agustí Villaronga pone el foco de «El Rey de La Habana» en lo marginal

Estreno en España el 16 de octubre 2015
Agustí Villaronga es un incesante buscador de retos nuevos dentro de su cine, siempre bajo la premisa de que impliquen cierta dificultad a la hora de desarrollarlos, pero que al mismo tiempo tengan la capacidad de poder llegar a un público diverso y amplio. «El Rey de La Habana» sigue esa estructura de trabajo que el realizador siempre suele acometer con buen tino, y está basada en la novela homónima de Pedro Juan Gutiérrez, periodista y escritor cubano que es uno de los más leídos en la actualidad junto con Leonardo Padura. Ambos han configurado su construcción crítica de la sociedad cubana desde el bagaje que les ha dado la posibilidad que han tenido, -y que a muchos otros se les ha negado-, de viajar por el mundo, contrastar vivencias y mirar hacia su país bajo otra perspectiva. Con el silencio del ICAIC como respuesta, el filme tuvo que ser rodado en Santo Domingo, la capital de Dominicana.
«El Rey de La Habana» transcurre durante el llamado ‘Periodo Especial en Tiempos de Paz’ que siguió en los noventas al desmoronamiento de la antigua Unión Soviética. Reinaldo es un chico que se fuga de un correccional y se adentra en La Habana, donde se encuentra con Magda, una conocida suya que se prostituye y vende cucuruchos de maní en las calles, y con Yunisleidy, un transexual que también ejerce como meretriz.
El relato se concentra en un mundo sórdido muy marcado por la necesidad, tanto material como moral y afectiva, de unas personas a quienes les gustaría poder ir a más, al tiempo que conscientemente, pero sin hacer mención explícita alguna a lo largo del film, rechazan las líneas generales del discurso que circula en su sociedad. Su vía de escape es la de tratar de vivir experiencias al límite en el terreno de la ternura, el sexo más radical, la pasión y el amor.
Villaronga substrae algunas partes de la novela e ignora otras, tratando de mantener en todo caso la esencia de que se trata de unos jóvenes cuya generación no vivió los orígenes de la Revolución y que se muestra escéptica frente a su futuro. El tono de tragicomedia que tiene el filme es consustancial al carácter de los cubanos, quienes suelen desarrollar su vida cotidiana en cualquier ámbito bajo ese paradigma, cambiando con pasmosa facilidad entre lo trágico y lo cómico.
Igualmente es obvio que la lectura de la película va a ser distinta fuera y dentro de Cuba (sería deseable que se pudiera ver allí). Para dentro del país, hay secuencias que evocarán recuerdos de algunas experiencias reales que son comúnmente sabidas, cercanas o de otros, y que serán relacionadas con el imaginario popular. Fuera de él, es preciso recordar que aquí se está retratando a una pequeña parte de la población cubana en su situación de marginalidad, y que es a partir de la interpretación que Gutiérrez hace sobre una porción de esa realidad más general, de donde surge este relato.
En especial es necesario recordarlo para esos coproductores y espectadores europeos, -no sólo españoles-, tan proclives a gustarles que el cine latinoamericano esté muy centrado en el universo marginal, cuando existen en estos países muchas más historias que contar en un filme desde otros enfoques no tan morbosos e inclusive más amplios. Tal vez por ese motivo, Villaronga haya optado por un editaje neutro de los sonidos graves y agudos en la película con la idea de minimizar el estruendo que provocan las conversaciones en voz alta de los actores, quizá pensando en no molestar a ese otro espectador acomodado o pseudo-burgués de Europa que paga su entrada al cine y se regocija viendo miserias ajenas a las que adorna con viejos estereotipos, como igualmente lo pueda ser para algunos cubanos el de los turistas ingenuos y bobos que se ven en la película.
En cuanto al escritor de la novela, Pedro Juan Gutiérrez, cabe decir que en este relato de corte realista donde mezcla morbo y promiscuidad con un final simbólico en un vertedero de desechos, es cuando menos llamativa su elección de presentar a dos de los tres protagonistas siendo mulatos a sabiendas del frecuente racismo que hay en Cuba y de los clichés que existen fuera del país sobre el tema. Cualquier duda al respecto de los motivos del autor en ese asunto podría tal vez quedar despejada en una escena algo burlesca acerca de la santería.
De todos modos, «El Rey de La Habana» es una película con una puesta en escena muy bien hilvanada por un especialista en la dirección como Agustí Villaronga, en lo que es una tragedia moderna que está ambientada dentro de una de las décadas más complejas del pasado de Cuba. Recomendable para ver.
©José Luis García/Cinestel.com
Hay más en: ¿Por qué no se filmó en Cuba la película «El Rey de La Habana»?
Y en: Declaraciones posteriores del presidente del ICAIC.