«Las brujas de Zugarramurdi»; acción, entretenimiento y diálogos tópicos

Con esta película, Álex de la Iglesia regresa al espíritu que caracterizó uno de sus filmes mejor bordados, «El día de la bestia», luego de sus algo fallidas «Balada triste de trompeta» y «La chispa de la vida». En este caso se puso a trabajar una historia que está enmarcada dentro de un excelente guión para una película que entretiene, llena de acción y de efectos que a medida que transcurre el film van en aumento hasta alcanzar su punto de mayor actividad hacia la parte final.
«Las brujas de Zugarramurdi» nos cuenta en clave de humor negro cómo un grupo de hombres desesperados disfrazados de estatuas vivientes y el hijo de uno de ellos deciden atracar una tienda de «Compro oro» que está en pleno centro de Madrid, concretamente al lado de la famosa Puerta del Sol. Esa secuencia antológica y extraordinaria inicial con policías y algunos personajes de Disney, es la única que se puede reconocer como fiel a la realidad porque todo lo que viene a posteriori es un relato apartado de la lógica circunstancial y hasta geográfica -largo tramo el que hay que recorrer entre Madrid y Navarra- que tiene la intención de entretener y de hacernos reír sobre la guerra de sexos.
De la Iglesia advirtió en la rueda de prensa del Festival de San Sebastián que el guión de la película se concibió para bromear sobre «lo tontos que podemos llegar a ser los hombres y lo malas que pueden llegar a ser algunas mujeres. Las mujeres hablan mucho de los hombres, -recordó-, lo hemos visto en muchísimas películas, pero en pocas hemos visto a hombres cotilleando sobre mujeres y eso era algo que quería hacer, contar hasta qué punto podíamos llegar a ser débiles, manipulables, y hasta qué punto podíamos llegar a no entender nada». Muy interesantes también los títulos de crédito iniciales del film que pretenden reflejar cuál ha sido la influencia de la mujer en la historia de la humanidad.
Sin saber cómo, los atracadores huidos llegan a un pequeño pueblo navarro llamado Zugarramurdi donde son atrapados por un grupo de brujas que descubren su botín de 25.000 anillos de oro y los retienen con la intención de sacrificarlos en un aquelarre. El film va adquiriendo un ritmo cada vez más vertiginoso y entonces es cuando empiezan a asomar mayor cantidad de efectos especiales hasta prácticamente la culminación, momento en que la película se traslada a otro escenario sin que venga a colación con la historia de las brujas, pero en el que parece que el director ha querido transmitir, o bien la idea de que los extremismos no son buenos y que algunas cosas no nos las tendríamos que tomar tan en serio, o bien la constatación de que la separación del mundo de los sueños y el de la realidad es necesaria.
Lo más destacable de «Las brujas de Zugarramurdi» es lo bien que están filmadas las escenas de acción, la buena calidad en la interpretación de la mayoría de los actores y el conjunto del guión, que logra aglutinar todo aquello que los individuos de un sexo hablamos entre nosotros sobre los del otro, especialmente cuando hemos sufrido una o varias crisis de pareja, como es el caso de los actores masculinos protagonistas. Siempre son diálogos tópicos que se suelen repetir pero aquí tratados en un contexto trepidante y desenfrenado donde todo está exagerado para buscar la carcajada de un público muy ávido de que le sorprendan con nuestros lados buenos y nuestros lados malos a través de una estética y un simbolismo que ya son una marca reconocible de Álex de la Iglesia, lo que incluso le ha obligado a reconocerse como misántropo. Sea cierto o no, lo seguro es que estará en el cine hasta el final de sus días.
©José Luis García/Cinestel.com
©fotos, Enrique Cerezo Producciones
Nota anterior sobre el film, aquí.