Entrevista a Manane Rodríguez sobre la película «Migas de Pan»
Estrenada en España
Aunque hubo antes documentales que trataban sobre los nefastos métodos utilizados por la dictadura en el Uruguay, es ahora, tanto tiempo después, cuando el cine uruguayo acomete la realización de una primera ficción sobre este gravísimo tema ocurrido en el país desde 1973 hasta 1985.
La cineasta radicada en España, Manane Rodríguez, difunde en pantalla una historia basada en hechos reales que no le es ajena, pues ella misma se vio en la obligación de huir hacia Europa en 1975 ante el cariz que estaba adquiriendo la represión política y sindical en aquella República oriental.
«Migas de pan» es un filme que reproduce lo que ocurrió, a través de una joven aquí llamada Liliana Pereira, quien tan sólo puede regresar a Montevideo después de muchos años de ausencia, para poder conocer a su hijo sobre el que antaño se le había negado la patria potestad, y asistir a su boda.
Cecilia Roth y Justina Bustos encarnan a Pereira en las distintas épocas de su vida, dentro de un relato cuya descripción es cronológica.
Al tratarse de una producción mayoritariamente española, una gran parte de las escenas, sobre todo en la cárcel, fueron rodadas en Galicia. Marta Villar y Daniel Fernández Vaga «Cappi» llevaron a cabo una portentosa sincronía entre las locaciones dentro de su dirección de arte compartida.
Manane Rodríguez responde las preguntas de Cinestel:
– ¿»Migas de Pan» tiene mucho que ver con lo que te sucedió a ti personalmente?
Bueno, yo era estudiante en esa época y también luchaba contra la dictadura. Nos manifestábamos, y hay partes de la película que yo conozco.
Las manifestaciones de pequeños grupos, los lugares donde soltábamos las octavillas, la propaganda,… la conozco y sí que esto era así. Lo que pasa es que a mí no me agarraron y me pude ir del país. Yo fui a Argentina y después me vine a España, y otro grupo grande de compañeras que estaban en la misma situación que yo, no tuvieron esa suerte y pasaron muchos años presas.
– La parte del penal es muy dura en la película y más adelante hay momentos de presión psicológica hacia la protagonista. ¿Tuviste muy en cuenta estos dos factores en el guion?
Claro, lo que pasa es que la dictadura uruguaya legalizaba circunstancias. Primero detenían a uno y lo llevaban a un cuartel, y en ese momento nadie sabía dónde estabas, la familia no podía saber tu ubicación ni lo que te pasaba. Estabas como desaparecido un tiempo.
Hubo casos en que en las torturas mataban, porque mataron a varios y quedaron desaparecidos para siempre. Pero no era la norma que desaparecieran todos. Entonces, pasado un tiempo, que podía llegar a ser seis meses a merced de estas personas, pasaban a un juez militar, una justicia militar demencial, incompetente e ilegal, que establecía condenas. Y en ese momento estas presas pasaban al penal, donde los mismos que las detuvieron tenían en la planta baja una oficina porque el director del penal, de lo que se llamaba S2, servicio de inteligencia, tenía oficinas en la parte de abajo, e iban a ver a las presas que habían torturado en una constante sensación de amenaza.
También murieron algunas presas por inasistencia. Por ejemplo, una amiga mía falleció por una infección, y le daban aspirinas. De hecho, habían estudiantes avanzados de medicina que hacían ruido para que le dieran antibióticos, pero no se los quisieron pasar, hasta el punto de que se murió de una septicemia. Entonces, ellos eran brutales, y eso sabían que generaba una muerte natural, mientras que ellas estaban permanentemente bajo esa amenaza.
Fue muy duro y de hecho yo no puse toda la dureza que ellas soportaban, porque se hubiera vuelto una película insoportable. Las chicas dormían en la cárcel, ya legales, con llantos y quejos permanentes. Estamos hablando de unas mujeres de veinte años.
– La protagonista del filme tiene otro frente en la oposición de la familia hacia su comportamiento cívico. ¿Solían suceder casos así durante la dictadura?
Afortunadamente no era lo más común. La sociedad uruguaya estuvo contra la dictadura, pero hubo varios casos de presas a las que les quitaron los hijos, y también de presos.
A mí, a raíz de la película me escribió un hombre al que le pasó un caso al revés del de mi historia, pues era su padre al que le habían quitado la patria potestad y él lo vio poco estando preso. De alguna manera se rompió el vínculo y a la vista de la película, quería hablar con su progenitor y rever esa actitud, porque se da cuenta de que igual lo engañaron.
– ¿Fue complejo el proceso para hacer el guion de «Migas de Pan»?
Para nosotros no lo fue. A mí hay temas y situaciones que todos los días me tocan, digamos que viven conmigo. No siempre pienso que eso que me pasa va a ser una película, pero se me planteó esta denuncia y me dije a mí misma que tenía que hacer una ficción sobre este tema. Es decir, no hubo una búsqueda de material a propósito sobre la que me quise documentar, sino que son cuestiones sobre las que yo llevo en ellas mucho tiempo y no precisamente en la idea de una película, sino en mi interés personal por muchas cosas que no son el cine, sino mis afectos.
– ¿Y cómo fue la parte del rodaje en el Uruguay?
Yo en Uruguay me sentí muy cómoda rodando. Fue mi primera película allí. No conocía a los técnicos, pero tengo grandes amigos entre ellos, como es el director de arte uruguayo Cappi, que fue el que construyó el infierno trabajando codo a codo con Marta Villar, la de aquí, porque era difícil ya que en algunas escenas, en la calle era Uruguay y en el interior era Galicia. Entonces, hace falta que los directores de arte estén muy compenetrados con lo que están haciendo, sino no hay manera de unir aquello.
Fíjate que los que votan para elegir la candidata uruguaya al Oscar son tanto técnicos como actores y otros profesionales del cine, y nos apoyaron. Eso es importante para mí, porque uno trabaja con los técnicos.
– ¿Tus anteriores películas llegaron allí?
Se vieron en festivales, en muestras pequeñas, pero un estreno comercial como éste no. Esta es una película uruguaya, porque así la considero yo para ellos, y ellos también la consideraron así. Hemos tenido un distribuidor muy bueno en Uruguay, que se volcó muchísimo con el proyecto, porque los apoyos institucionales no fueron tan grandes. Además hay gente que no quiere que esto se sepa, gente de la izquierda que gobierna. Y fue difícil en esa parte, pero al mismos tiempo muy grato en el sentido de la respuesta de la gente, de la calle, porque yo iba de una radio a la otra y nos paraban personas después de haber salido en la tele para darnos las gracias. Ahí hubo bastantes diálogos que tenía con gente que no conocía, que me gustó mucho tenerlos.
Crítica de la película «Migas de Pan».
©José Luis García/Cinestel.com