Mostra: entrevista al director del film «Güeros», Alonso Ruizpalacios

Mejor Película Mostra cine latinoamericano de Cataluña (Lleida).
La película «Güeros» del mexicano Alonso Ruizpalacios se alzó con el Premio al Mejor Largometraje en la 21 edición de la Mostra, celebrada en Lleida. En el filme, Tomás acude a la gran ciudad a vivir junto a su hermano Sombra y el amigo de éste, porque su madre y él ya no se soportan. La llegada del chico cambia las cosas y deciden todos emprender un viaje para rendir homenaje a un músico mítico que oía el padre de Sombra y Tomás, que nadie conoce, y que según ellos pudo haber salvado al rock mexicano. La ópera prima del realizador se centra en la vida insustancial y monótona de los tres chicos y en el encuentro con esa actividad que los motiva, y también contiene referencias a la lucha estudiantil por mejorar sus condiciones y derechos.
Alonso Ruizpalacios nos hace partícipe de sus intenciones respecto a la película, en diálogo con Cinestel:
– ¿Tu planteamiento inicial era el de hacer una roadmovie urbana?
Uno de los puntos de partida fue hacer una película que tratara sobre la ciudad de México, así como también se adentra en el contexto de los personajes que viven en la huelga. Quise también hacerle una carta de amor al D.F., por decirlo de alguna forma. Yo soy chilango, así les dicen a los defeños en México, nací y he vivido casi toda mi vida en el lugar y para mí es como una agradable adicción difícil de dejar. Y sí, es una experiencia muy común en la ciudad manejar en ella y dar una vuelta equivocada, terminando en un lado del que es muy difícil salir y que es como de repente encontrarte casi en otro país.
Entonces esta idea de identificar la ciudad de México como si fuese un país en sí mismo con diferentes zonas y fronteras, sí fue uno de los puntos de partida para la película.
– Empleas el blanco y negro. ¿Qué motivaciones tienes para hacerlo así y no usar el color?
Mira, primero fue una decisión intuitiva ante todo. Cuando la estaba escribiendo siempre la vi en blanco y negro, y primero no sabía bien porqué. Ya después tienes que investigar el porqué para decidir, sobre todo para tomar una decisión tan comercialmente suicida como es hacer blanco y negro hoy en día. Descubrí que el motivo real es que es una película sobre los contrastes, el político, el social, económico, incluso geográfico, de la ciudad de México, y el blanco y negro se presta de una manera especial para enfatizar el contraste.
Además, una de las cosas que me interesaba hacer con la película era destemporalizarla, osea, que el marco histórico fuera incierto. Está basada en los eventos en una huelga que ocurrió en la Universidad Nacional (UNAM) en el ’99, -explico esto para el público español que tal vez no lo sepa-, es como uno de los movimientos estudiantiles más grandes y relevantes de la historia de México y comenzó con la decisión de la Rectoría de empezar a cobrar cuotas en lo que es constitucionalmente una institución gratuita. El paro duró casi un año, once meses; eso fue como muy impactante, pero yo lo que quería era tomar esta huelga como punto de partida y no hacer un filme que tratara sobre la huelga en sí, sino que me interesaba más el marco social que el político.
Lo que quería al hacerlo en blanco y negro es que me permitiera desubicar al público respecto a en qué año está ocurriendo la película. Pareciera que es una película histórica, pero también tiene elementos del presente, entonces ese juego de desubicar al espectador era algo que me atraía mucho y que era necesario para la película. También hay una razón personal estética, una predilección mía por el blanco y negro.
– Y en ese juego de destemporalizar, también entra en el filme muy fuerte lo que es la música, desde una referencia a Bob Dylan hasta otro intérprete mexicano, que también estaría en este territorio atemporal.
Sobre la música, escogimos la de un compositor mexicano que se llama Agustín Lara, y la mayoría de las canciones que salen en la película son de él, que era de Veracruz, la ciudad portuaria que está de donde vienen los chicos, que es donde empieza la historia, a unas cuatro horas de la ciudad de México, y se desarrolla en la capital.

Alonso Ruizpalacios
Este vínculo con Veracruz también era algo importante que estuviera ahí muy presente, sobre todo porque es una música que se usaba mucho en la época de oro del cine mexicano, en los ’40s-’50s, y ayudaba también a desubicar al espectador temporalmente. Las referencias a Bob Dylan, que parten de este músico que van a buscar porque se cuenta que hizo llorar a Bob Dylan, tienen que ver con esta nostalgia y con esta música de los ’60 de protesta, algo que cargan estos chicos como un ideal, como algo que está ahí y que es un fantasma que llevan todo el tiempo en la película.
– Y esa conexión a ideales y protestas estudiantiles, la mezclas también con un cierto sentido del humor. ¿Para ti era importante esta dualidad evitando hacer algo extremadamente serio en el film?
Sí, sin duda ése era uno de los puntos de partida y de los dogmas míos y del coguionista Gibrán Portela, al escribir los dos. Nos gusta mucho la comedia e ironizar sobre cualquier cosa, y creo que alguno de los espectadores que la vio saliendo de la función me dijo que lo que le había entusiasmado de «Güeros» es que nada era sagrado, que todo era objeto de parodia, empezando por la película misma, por nosotros, por nuestro quehacer como cineastas. La comedia era muy importante que estuviera ahí todo el tiempo como una forma de sanación y de reírse de todo.
– Hay una parte de la película que tal vez mejor no tendríamos que contar aquí, pero que está relacionada en la realidad tuya con algo que te ocurrió personalmente con respecto a Peter Brook. ¿Nos lo puedes explicar?
Sí claro, un poco la búsqueda de los chicos por este icono o héroe que tienen en su cabeza, viene de dos lados: por uno tiene que ver con una historia del propio Bob Dylan cuando era joven, y es una de las historias que más me gustan de él, que está lleno de leyendas y de mitos en toda su biografía. La primera es que, cuando era muy joven, y tenía 18 o 19 años, parte de las razones por las que él se fue a Nueva York eran porque allí estaba un cantante de folk que se llama Woody Guthrie, que ahora es como uno de los tesoros nacionales norteamericanos. Él es un cantante de protesta y una especie de trovador del pueblo. Bob Dylan lo idolatraba y creció con su música, aprendiéndose todas sus canciones; pero leyó un día en un diario que Guthrie estaba agonizando de cirrosis en un hospital en Brooklyn, sin dinero, sin fans. Y entonces Dylan emprendió este viaje desde Minessota hasta Nueva York, que es un tramo bastante largo, en tren y en, como lo llaman ustedes en España, en auto-stop; y este viaje fue un poco lo que lo formó a Bob Dylan. Ya no regresó a su pueblo natal, osea que se quedó en Nueva York y se convirtió en ‘Bob Dylan’. Entonces yo siempre quise hacer algo que tuviera que ver con este viaje en busca de un héroe, el cual es un proceso de auto descubrimiento y de maduración, y lo que importa no es el héroe sino quién lo vive y hace el viaje.
Yo tenía esta relación, no sé si de ídolo, pero sí de mucha admiración y de leer y conocer toda su obra y de seguirlo mucho a Peter Brook. Yo estudié teatro en Londres y él fue uno de los motivos por los que me metí a estudiarlo. En algún punto me fui hasta París para ver una de sus obras y posiblemente conocerlo y agradecerle, pero mi encuentro con él fue una decepción. Terminando la obra, que era Hamlet, me esperé afuera del teatro como dos horas bajo la lluvia. Todos mis amigos con los que hice ese viaje habían desertado. Sabiamente se fueron a tomar a algún bar y yo me quedé esperándolo, y por fin salió y me le acerqué y el encuentro fue muy poco ético y muy poco memorable. Todo el guión que yo tenía preparado se me olvidó en el momento en el que me encontré con él y me quedé en blanco. Yo solamente le dije «gracias», y él se volteó y me miró raro. Quiso alejarse lo más pronto y me dijo: «Sí, gracias. Adiós» y se subió a su taxi y se largó. Entonces, siento que como que me di cuenta de que estos encuentros nunca son lo que uno sueña o espera, y se trata más de tu diálogo con la obra, que con la persona. Eso quise retratar en «Güeros» también.
– ¿Mezclaste actores con y sin experiencia?
Así fue. Tenoch Huerta, el protagonista Sombra, es un actor bastante reconocido en México. Es una joya del cine nacional que ya tiene muchas películas, pero es un amigo muy cercano mío y con quien ya había hecho varios cortometrajes, y escribí el personaje pensando en él. Y de los otros, Ilse Salas es una actriz cotizada en México con muy buena trayectoria en películas, teatro y series de televisión. Los demás eran desconocidos porque yo busqué este equilibrio de tener actores experimentados con actores sin experiencia e incluso no actores. Hubo una mezcla muy deliberada en el casting. El que hace de Tomás había hecho una película pero en realidad estaba empezando a actuar, entonces lo agarramos en un momento muy padre, en las últimas partes de su infancia.
– Ahora es el premio en Lleida, pero la lista de reconocimientos para la película es larguísima. ¿El éxito que ha tenido en festivales internacionales te lo esperabas?
No, la verdad es que todo ha sido pura sorpresa. En México se estrenó hace cuatro semanas y todavía está en cartelera dando batalla contra los titanes de Hollywood, que es difícil darla en nuestro país porque salió «Rápido y Furioso» al mismo tiempo con miles de copias y lo aplastaron todo. Pero la película sigue dando batalla y recibiendo premios como el de la Mostra de Cataluña que agradezco enormemente.
Enlace a nuestra crítica de la película, aquí.
©José Luis García/Cinestel.com