Gustavo Fontán arrancó el rodaje de la película «El limonero real»

El cineasta argentino Gustavo Fontán prosigue en su interés por mostrar antes que la obra, el pensamiento de distintos autores literarios de las letras argentinas. Esta vez traduce para el cine la esencia de la novela «El limonero real» del santafecino Juan José Saer, la más radical y compleja de toda su biblografía hasta el punto de que tardó nueve años en escribirla. Con una clara filiación a James Joyce, la anécdota del argumento es mínima: se narran los sucesos del último día del año en la vida de unos isleños. El elenco lo integran Germán de Silva, Patricia Sánchez, Rosendo Ruiz, Eva Bianco, Gastón Ceballos y Rocío Acosta. El rodaje tiene lugar en el barrio de Colastiné de la ciudad de Santa Fe, lugar donde Juan José Saer tenía su casa y espacio en el que se desarrolla la trama de la novela. La adaptación cinematográfica de la obra ha sido realizada por el mismo Fontán.
Siguiendo lo que ya es una norma en todas sus películas, el director nos sumerge en un entramado conformado por la memoria y la percepción en el que todo, en la medida en que se vuelve ceremonia, se convierte en materia narrativa. «Durante mucho tiempo la vida de estos personajes me rondó, me asedió, y por el inmenso valor de la obra siento una enorme responsabilidad. También, claro, una gran alegría» -apostillaba Fontán respecto al rodaje esta historia.
Llevando los procedimientos narrativos de Saer al límite, «El limonero real» transcurre en el fin de año en una familia de pobladores de las orillas del río Paraná. Son tres hermanas, con sus maridos e hijos, que viven en tres ranchos, a la orilla del río, separados por espinillos, algarrobos y sauces.
Aunque Wenceslao intenta convencerla, su mujer se niega a asistir a casa de su hermana para participar del festejo. Dice que está de luto: su hijo, su único hijo, murió hace seis años.
También sus hermanas y sus sobrinas se desplazan para convencerla. Pero ella sigue firme en su negativa: está de luto.
El río omnipresente, las variaciones de la luz, el baile festivo, el sacrificio del cordero y la comida, el vino y los cuerpos, todo es atravesado, desde la percepción de Wenceslao, por las dos ausencias: la de su mujer y la de su hijo muerto, cuya figura emerge cada tanto, otorgándole al relato una densidad creciente.
Desde el alba –“Amanece. Y ya está con los ojos abiertos”- hasta el regreso de Wenceslao al rancho después de la medianoche, cada acción cotidiana se vuelve ceremonia y el tiempo una espiral de sensaciones y recuerdos. La película se dará a conocer en la segunda mitad del 2015.
Enlace a la crítica de la película con motivo de su estreno en Buenos Aires (fmr/wgf)