Entrevista a Juan Baldana por su película documental “Sintientes”
Estrenada en Argentina
Juan Baldana tiene una trayectoria fílmica diversa e impecable, donde ha tocado tanto temas de ficción como algunas otras problemáticas que ha trasladado al terreno del documental.
Es posible que “Sintientes” sea su proyecto más ambicioso hasta la fecha, pues esta película lleva aparejado un proyecto rural de Economía Empoderativa que implica un maravilloso retorno al sentido común, en el cual tampoco es baladí el hecho de que la recaudación que consiga este filme irá íntegramente a los participantes en los talleres que se ven para que puedan desarrollar sus proyectos de autogestión de la tierra cultivable que los vio nacer.
Esta historia ya fue mostrada en la edición del año 2020 en el Festival Internacional de Cine de Medio Ambiente (FINCA) de Buenos Aires.
El director responde las preguntas de Cinestel:
– Éste es un filme coral sin un protagonista individual. ¿Eso es igual o más complejo a la hora de editar una película?
A diferencia de la ficción, en el caso del documental sí es más difícil el montaje de una película coral, y más en “Sintientes”. De alguna manera, yo venía de hacer en “Soy Huao” y “Arrieros” documentales observacionales con una familia. En el dedicado a Alfonsín eran entrevistas sobre el personaje en cuestión. Pero en el caso de esta nueva película teníamos que abordar encima más de veinte talleres, meternos en la vida de cada uno de ellos, y aparte en la vida de cada persona en lo que respecta a su cotidianeidad.
Entonces lo que decidimos con el montajista fue armar unas mini-películas en las cuales cada taller tenía su propia vida, -agricultura, cerámica, apicultura,…- y ahí nos íbamos dando cuenta de que teníamos que empezar a entrelazar, y encima con la columna de lo que era la naturaleza, algo que es muy importante en este documental.
Eso fue todo un desafío. El primer corte de la película fue gigante, pero sabíamos que iba a pasar eso. Era difícil elegir qué se editaba y qué no, porque sino el primer corte hubiera durado seis horas más o menos. Pero fue todo un proceso de definición en el que se empezaba a dar prioridades, y de alguna manera si vos ves cada personaje, cada tallerista y cada taller en particular tiene su película interna.
– ¿Y ha sido necesario este programa para que los agricultores comenzaran a organizarse ante la cada vez más cara y contaminante industria química de los fertilizantes?
En el caso de San Francisco de Jujuy, la agricultura estaba un poco abandonada. Fue un poco como volver a su pasado, que entendieran que esa tierra si se trabaja con el compost y sus bosques, es una tierra hermosa.
Fuimos a hacer el estreno de la película allá y nos encontramos con que esas huertas están a pleno, venden inclusive en el pueblo lo que cosechan y lo que siembran. Y obviamente que cualquiera que coma hoy un producto que no tenga glifosato, se da cuenta de la diferencia gigante que hay. Y más con el tema del transporte, porque imaginate que todo lo que sube a San Francisco es muy caro porque no es fácil que llegue hasta ahí. Así que eso también fue una alegría comprobarlo después de un año y medio de haber hecho el documental.
Yo creo que el cambio está en nosotros, en cada uno. O hacemos lo que nos dicen o escuchamos lo que nos dicen, pero hacemos lo que nosotros queremos. La dificultad es que muchas veces no podemos hacerlo por todas las presiones que existen, y ya no hablo de un pueblo, hablo de la vida en un sistema social. Entonces el tema es atreverse, y eso tiene que ir de la mano de una conciencia que tiene que ver con el cuidado de la tierra del planeta, porque nosotros mismos estamos destruyendo todo.
Siempre dije que la educación es la base de cualquier cultura, y es increíble que la que hoy se imparte sea tan obsoleta y que no haya una materia como la astronomía que nos haga entender dónde estamos parados en este inmenso universo, u otra materia como la ecología que nos diga realmente qué estamos haciendo con este planeta.
Son cosas que no conviene que estén tan visibilizadas, y hay que pelear por todo sin ser fundamentalista, pero con los ojos abiertos.
– ¿Pero entonces será que no se le ha dado al agro la importancia que merece, o es que se les ha hecho la vida imposible a los agricultores?
Hoy el agro está comandado por las grandes industrias, por el monocultivo. No hay una idea por supuesto de conciencia de lo que estamos comiendo. Nos están envenenando. No hay trenes, por lo tanto todo se hace muy difícil y costoso.
Lo importante es que empiece a haber consciencia y que cada uno comience a tener sus huertas. Y la idea es que esos bolsones orgánicos se repartan en los alrededores, porque el problema de lo que está pasando es que cuando vos traés fruta o verdura que no es de estación, toda envenenada, obviamente que es carísima. Cuando vos comés lo que hay, si vos empezás a comer eso en los bolsones, te vas acostumbrando a que justamente esa fruta y esa verdura es la que hay que comer. Por lo tanto, es más barata.
La realidad es que las organizaciones están empezando, por suerte cada vez más. El problema es que quizás tu campo, en el que vos querés cultivar todo sano, ya tiene las napas, el agua del subsuelo, contaminada por el campo de al lado donde no paran de sembrar soja o de contaminar.
Es una lucha desigual, pero bueno, cuanto más tengamos conciencia de lo que estamos comiendo, más va a tener visibilidad.
– En “Sintientes” era como película más importante que nunca el enfoque que se le daba a estos temas. ¿Tal vez por eso conjugaste en primera persona las labores de autor del guion (co-guionista), director y cámara?
Cuando muy cerca de poder filmar la película me llegó una primera versión del guion de “Sintientes”, me parecía que estaba muy bien enfocado, pero en él había una narrativa de voz en off durante toda la película, y lo primero que ofrecí fue que esa voz en off abriera el film y lo cerrara conceptualmente, pero que en su lugar todo el desarrollo de la película fuera a través de los protagonistas, ya sean los talleristas o los habitantes de San Francisco que asistieron a los talleres.
Obviamente, todo eso era un desafío importantísimo porque estás muy acotado para poder narrar la información debido a que no tenés manera de tener respuestas obvias a lo que se está haciendo. Por eso es que filmamos un montón, y esa cámara en cierta forma no sólo debería de ser un testigo de todo lo que estaba pasando, sino que debía tener la trasparencia de lo que se estaba viviendo en cada taller. Y no sólo eso, sino que el desafío era construir de principio a fin, desde la nada misma, hasta esa conclusión de los emprendimientos.
Entonces el guion fue básicamente un trabajo realizado desde la dirección, pensando en el montaje mientras se filmaba. Y mientras iban pasando las secuencias, los días, los meses, vos ibas imaginando la película, qué le faltaba, cuáles eran sus debilidades. Y después otras temáticas que no tienen que ver con los talleres, sino que con la vida misma: la lucha de género y la opresión del sistema mientras la gente no sabe cómo salir adelante por sus propios medios.
Y eso todo se fue conjugando y fue relindo a la hora de plantear el desafío mientras uno estaba dirigiendo, porque encima estábamos montando la película en paralelo. Eso fue también clave: ir viendo las escenas y cómo se iba respirando ese montaje para poderlo terminar. De hecho, como ejemplo, cuando nosotros terminamos de filmar la película, las dos casas de bioconstrucción no estaban terminadas, y recién cuando fuimos al estreno filmé esas mismas totalmente construidas que son espectaculares -una parece de Aladín y la otra una casa de chocolate con techo vivo-, y las acabo de agregar a la película, porque siempre ha sido un guion en marcha en una historia que nunca tuvo una estructura determinada; fue una tarea muy intuitiva.
– ¿Y no crees que la pérdida y el olvido de la cultura popular supone una grave carencia para nuestros pueblos?
El tema del olvido de la cultura popular no sólo en nuestros pueblos, sino en nuestro país, en nosotros mismos, es increíble. Está en nosotros volver a las raíces, pero ya empezando pienso sobre nuestras propias familias. Cuántos de nosotros sabemos quién fue nuestro bisabuelo, qué hicieron nuestros padres,… entender nuestra historia es entendernos a nosotros mismos; si no estamos muy complicados.
Acá la idea no era llegar y decir lo que había que hacer, sino simplemente es refrescar nuestra memoria, porque o no se hacían casas de adobe hace mucho tiempo, o no se hacía agricultura familiar sin agroquímicos hacía largo tiempo, o no se hacía cerámica con la tierra misma de nuestro lugar, o la apicultura,… hay veces que nos enseñan un poco a que seamos ovejas, a que tengamos que tener un trabajo que quizás no nos gusta pero que es lo que nos da de comer, y no nos enseñan a autogestionarnos, lo cual es importantísimo.
Claro que es difícil. La independencia es difícil, pero una vez que uno si tiene un terreno, la tierra y las herramientas, se une, siempre se puede ir para adelante. Obviamente que va a ser sacrificado, pero por ejemplo yo no conocía la espirulina y hoy sé que si vos armás dos o tres piletas de esa micro-alga, no es que tenés que estar todos los días trabajando.
La espirulina es una especie de milagro, aunque después viene otra parte que es la más difícil, la de comercializar un producto, pero para eso a veces están las fortalezas de cada uno: alguien que tenga más habilidades en comercializar, otro en meter la mano dura… La Historia es clave y no la podemos obviar.
©José Luis García/Cinestel.com
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