Pinamar: «Matrimonio», queriendo retener el pasado
Pantalla Pinamar 2013 incluyó la primera exhibición pública en la Argentina de «Matrimonio», de Carlos Jaureguialzo, una película de marcado subtexto en la que observamos el devenir de una pareja a quienes la rutina diaria y el deseo de mantener la relación en su estado inicial los ha llevado a dejar de mirarse el uno al otro. Pero el pasado no se puede retener y todo sigue su evolución.
El guión escrito meticulosamente por Marcela Silva y Nasute concentra toda una serie de miedos, contradicciones, fobias y pensamientos que suelen estar muy presentes cuando una relación es duradera en el tiempo y rutinaria. El espectador debe ser capaz de abstraer la realidad visible y la del pensamiento y para intentar conseguirlo Jaureguialzo se ha apoyado en la actuación de dos intérpretes bien reconocidos por el público.
«Matrimonio» es básicamente la evidencia de hasta dónde puede llegar una historia de amor cuando no nos reinventamos y dejamos que el tiempo pase, profundizando en una incomunicación que viene dada porque ya no sabemos qué de nuevo decir o hacer o porque de la otra parte ya no escuchamos lo que queremos escuchar.
Jaureguialzo y Silva se propusieron subrayar en la película aquellos pensamientos que nos suelen venir a la mente en una situación así. Como nos contaba el director en una entrevista anterior, cada miembro de la pareja parece ir por su lado y por eso los vemos a ambos en un día cualquiera de sus vidas pero por separado, primero a él y luego a ella para juntarse luego al final del día.
Esteban, el creativo publicitario que interpreta Darío Grandinetti, es un marido que se muestra agobiado con mil preguntas a su alrededor ya que no entiende cómo ha podido llegar a ese desorden en su vida emocional y en la práctica también. Molly (Cecilia Roth) vive una profunda depresión que la hace permanecer muchas horas en cama sin atender el teléfono y preguntándose el porqué de muchas cosas que pasan por su mente.
«Matrimonio» practica el humor irónico en muchas de sus escenas y uno de los deseos de sus creadores parece ser el de que su esencia pueda ser percibida por el mayor número de espectadores posibles, tanto los que ya han sufrido bajones en sus relaciones de pareja y se puedan identificar personalmente con algunas de las experiencias que viven los protagonistas, como aquellos otros que seguramente por ser más jóvenes pueden observar lo que a veces ocurre cuando pasa el tiempo en una relación.
El amor tiene una de sus bases principales en la coincidencia que por algún extraño, casual o desconocido motivo alguna primera vez se produjo y esta película es también un juego de coincidencias que son perfectamente posibles, como puede ser que en diferentes horas del día dos conocidos nos encontremos y conversemos con una misma persona desconocida en el subte sin saberlo o que entremos en un mismo establecimiento a comprar algo sin vernos.
¿Y si solo fuera una obsesión? es una de las preguntas que plantea el film que también contiene una escena surrealista, porque está expresando un sentimiento antes que una acción real, en la que el personaje de Grandinetti confronta la rigidez de quienes confían en el dogma religioso frente a los que se permiten dudar, preguntar y alimentar el debate.
A Carlos Jaureguialzo le pedimos que nos hable sobre cómo lograron confrontar con eficacia en «Matrimonio» la parte oral y la imaginaria de los personajes:
«La idea era que fuera lo más fluido posible entre los diálogos y el pensamiento. Como te contaba en la anterior entrevista nuestra base estaba en el libro del Ulises que es como el fluir de la conciencia y el monólogo interior. Obviamente este es un texto sobre el que nosotros no teníamos la intención de llegar tan lejos pero un poco la idea de este matrimonio era ver lo que piensa uno del otro, lo que le molesta, lo que le gusta, por lo que eligió al otro, lo que le exaspera, lo que le angustia y lo que lo obsesiona. Entonces incluía mucho también el pensamiento, además de lo que pudieran jugar entre ellos o con terceros en lo que tiene que ver a esta relación».
«En general en cine, la forma más común de representar el pensamiento es la de la voz en off pero tratamos también que esta voz en off tuviera alguna forma diferente cada vez, que no fuera la típica voz que explica la acción o lo que está pensando el personaje sino que tuviera alguna vueltita más para contar».
– En el terreno de la banda sonora encontramos varios autores de jazz, entre ellos el tema The man I love de George Gershwin. ¿Cómo seleccionasteis la música?
Lo de la música fue surgiendo. Al principio no teníamos mucha idea de qué música iría con esto pero en el texto de Joyce, que siempre abrevamos ahí, ella es cantante, no compositora y en la película, el amante de ella que es un empresario, la va a llevar a cantar a Londres y en el libro se menciona una canción que es la que va a cantar allá y ahora con el Internet y demás que se pueden hacer este tipo de búsquedas que antes eran bastante difíciles, encontramos la canción que menciona el libro y entonces hicimos como que ella estaba trabajando con esa canción y la de Gerswin también la buscamos como algo clásico que es de ellos, que se conocieron escuchando ese tema o que por alguna razón tienen una colección. Además contamos con nuestro propio músico en otros temas.
– ¿Cómo ha sido la presentación en Pinamar? ¿Qué reacciones encontraste en el público?
Muy buena la recepción, tanto en Pinamar como en el Festival de Miami y se ve que la eligen más como un público adulto, de 40 y tantos para adelante y la gente reacciona muy bien, se ríe en las partes que uno pensaría que se debe reír, sigue la película con atención y después conversando con alguno que nos cruzamos las cosas que nos dijeron fueron muy lindas aunque yo lo tomo con pinzas en espera del estreno general.
©José Luis García/Cinestel.com
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