«Soldado», de Manuel Abramovich, sobre cómo es una fantasía realista

El realizador argentino Manuel Abramovich sorprendió en 2013 con aquel corto titulado «La Reina», al que le siguió «Las Luces», y ahora, tras el paréntesis de su primer largo, «Solar», en el que se contraponía a su propio personaje, retoma el camino de los rituales que tan bien le funcionó en sus dos primeros trabajos.
«Soldado» es una historia documental protagonizada por un muchacho joven llamado Juan José González, quien se alista como voluntario en el ejército argentino para obtener un salario por ello y, al mismo tiempo, complacer los deseos de su madre.
La película presenta los rigores de la disciplina militar desde la mirada individual de su protagonista, un chico que parece haberse encontrado con algunas cosas que no preveía con antelación.
Juan José ha entrado en un universo en el que la rigidez jerárquica se impone bajo unos preceptos claramente anquilosados en el pasado, en una especie de modelo basado en naciones enemigas.
El director y reportero estadounidense Louie Palu opinaba en una entrevista para Cinestel (mayo 2016), con motivo de la presentación en el DocsBarcelona de su documental «Kandahar Journals», que el paradigma de la guerra en el mundo ha cambiado, pasando a ser más perenne, y que acostumbra a ser una cuestión «psicológica más que una lucha entre dos ejércitos, donde uno ha de ganar al otro». En este nuevo contexto, parecería poco probable que Argentina o cualquier otro país encontraran motivos para armar una contienda con sus países vecinos como enemigos. Y entendiendo que los grupos de poder necesitan para mantenerse en él que la población de los países reconozca adversarios que atraigan y aparten su atención, es fácil tratar de adivinar hacia dónde podrían estar «yendo los tiros» en la actualidad.
En «Soldado», lo que Manuel Abramovich hace es que, subrayando la individualidad de González al mostrar su proceso de adaptación a un entorno nuevo por completo para él, el relato trascienda esa pauta para adentrarse y pasar a cuestionar aspectos mucho más genuinos de esa institución militar, que se han logrado mantener durante siglos.
El director recrea un mundo paralelo al colectivo de jóvenes y mayores internado en ese cuartel, cuando refleja a su soldado protagonista aislado y sin amigos. A los mandos no se les ve, pero sí que se les oye hablando casi siempre a los gritos, como si pensaran que de otra manera no les van a entender. Juan José aprende a tocar el tambor, instrumento musical al que se le llama «caja de guerra». Y también le enseñan a hacerse la cama de tres maneras diferentes, según el día de la semana en el que despierte.
Al visionarlo, la impresión que te embarga durante la mayor parte del relato de Abramovich es la del absurdo de lo innecesario, ya que en algunos puntos es como si te dijeran que tienes que estar mirando toda la mañana a una pared por si se cae. Luego está la parte medio paranoica al ver a personas que parecen estar leyendo ciertos mensajes de amenaza, donde la mayoría de la gente no los vería de esa forma. Pero muchos de ellos en su discurso parecen sentirse perseguidos por una fuerza maligna a la que hay que contrarrestar.
Es en ese punto cuando tal vez podamos darnos cuenta de que los ejércitos se apropian de ciertos elementos de la realidad para fantasear con ellos, en una imaginación que muchas veces carece de fundamento desde un punto de vista racional. Con el aislamiento de su personaje, quien sólo hace una salida para ver y charlar con su madre, además de un tratamiento de imagen por momentos casi estático, con planos largos que acentúan el hastío, y una progresión a través de marchas militares, «Soldado» hace evidentes esas elucubraciones que están en la base de la experiencia militar que se muestra en ese cuartel.
Juan José González es un chico que se presenta triste, decaído y en cierto modo, algo quebradizo. Más de 30 años pasaron ya desde la última contienda militar entre países en la que participó la Argentina. Pero ahí siguen, esperando y preparándose para algo que no tienen mucha idea de lo que puede ser. Y es que, muchas veces, la realidad es la que supera a la ficción.
©José Luis García/Cinestel.com