Reseña de algunas películas vistas en el 17º Festival de Cine Judío
Con el lema ‘Cine Abierto de Mente’, la recién celebrada 17ª edición del Festival de Cinema Jueu de Barcelona acercó a esta ciudad algunas producciones de cine no estrenadas en el país, procedentes de distintos lugares que dan una visión más amplia de la cultura y el pensamiento judíos y su interacción con todas las demás comunidades en un mundo plural en creencias e ideas. Como destacaba durante su inauguración Daniela Rosenfeld, la directora del certamen, este año era la primera ocasión en que confluyeron en la muestra tres producciones españolas, una cantidad inédita respecto a años anteriores. Y como mencionaban en el Festival, «toda producción artística, en tanto que reflejo de la sociedad, permite compartir el patrimonio cultural. Y dado que la identidad se construye a partir de elementos culturales compartidos, el arte deviene un medio idóneo para conocerla y reflejarla».
Chagall, Malevich, Etgar Keret, David Grossman, Amos Oz, Fritz Bauer o Bertolt Brech fueron algunos de los nombres propios que se asomaron en los diferentes filmes programados en la sección oficial. Aquí van algunas reseñas y enlaces relacionados con el evento:
Chagall-Malevich, de Aleksander Mitta
El director ruso nos presenta un drama con toques de humor y de romance ambientado en la Primera Guerra Mundial. La película enfrenta dos estilos incompatibles y por tanto opuestos de concebir la pintura, y lo hace dando resonancia al estilo colorista que impregna esa actividad artística, con imágenes en las que la estética de ese momento está muy lograda, y con el reto de mostrar unos personajes que son bastante desiguales en sus ideas, carácter, y desarrollo de sus vidas.
Cuando la contienda está ya acabando, el pintor ruso-judío Marc Chagall llega a Vitebsk para casarse con su amada, al tiempo que es nombrado Comisario del Arte. A partir de ahí le surgen una serie de problemas tanto personales como profesionales. En el terreno personal, a su mujer le aparece un pretendiente celoso del matrimonio, y en el profesional, las diferencias con uno de los profesores del centro educativo en el que trabajan se vuelven cada vez más profundas. Kazimir Malévich pone en cuestión los estilos pictóricos cuando crea lo que fue uno de los movimientos de la vanguardia rusa del siglo XX: el suprematismo.
En conjunto, el director y también escritor Aleksander Mitta ofrece un drama de época en el que en proporción, el tiempo destinado a describir los movimientos artísticos de aquel momento es mayor que el dedicado al ámbito personal, obviando esa parte íntima por completo en el caso de Malevich. Aún así, su ritmo narrativo es óptimo y aconsejable para ver, sobre todo por la descripción de los elementos propios de aquella década en un momento de guerra cuyas fatalidades más habituales la película no expone, quedando en un casi invisible tercer plano.
Intimate Grammar, de Nir Bergman
La película del realizador israelí es un drama ambientado en la primera parte de la pasada década de los ’60 tomada a partir de la mirada de un niño entrando en la adolescencia que no quiere crecer, en una reflexión sobre la vida cimentada por el recuerdo todavía muy cercano de lo que ocurrió en el Holocausto y el temor a que hechos parecidos pudieran volverse a reproducir. Aharon es un muchacho muy sensible que trata de refugiarse en sus juegos con especial predilección por emular los números del gran mago Houdini. Su padre no le da mucho impulso a su vida, mientras que su madre es una mujer permanentemente negativa que hace ver como si todas las cosas que ocurren estuvieran mal.
Aparece en escena una vecina que remueve un poco las aguas en la familia, aunque el chico parece que poco a poco se va ahogando en ese mundo de incertidumbre y de negación relativa en el que viven los adultos. Son sin duda, personas que se preocupan demasiado y le dan excesiva importancia a cosas que no la tienen tanto. «Intimate Grammar» es la historia de un chico que nació tras grandes tragedias del pasado que provocaban elevados temores para el futuro, y esa es la clave de la película para entender por qué Aharon quiere a toda costa retener este presente en el que todo está aparentemente tranquilo. Con finas pinceladas de humor negro, el filme sobrevive en el medio de una familia disfuncional muy influenciada por aquel momento concreto de la Historia. Con actores adultos bastante reconocibles por otras películas.
Després de la boira, de Luis Ortas
El director mallorquín Luis Ortas ofrece en su documental un retrato directo e increíble sobre un hombre que a lo largo de su vida ha tenido que adoptar múltiples identidades y buscar la manera de que los traumas sufridos desde su infancia no lo devoraran. Sigfrid Mier vio asesinar a su madre y perdió a su padre en Auschwitz. En Mathausen lo adopta el republicano español Saturnino Navazo, con quien huye a Francia. A los 17 años llega a París, donde triunfa como cantante y hace amistad con George Moustaki, que tiempo después lo convence para que escriba sus memorias. Más adelante, contando ya con 35 años de edad, se traslada a vivir a Ibiza, isla en la que hay quien le llama el «rey».
A sus 77 años, Mier ha visto lo mejor y lo peor de las personas y eso le hace tener cierta desconfianza hacia el ser humano, lo que a su vez le anima a suprimir por completo de su vida a quien a simple vista cree que no le interesa. «Después de la niebla» descubre los cambios en los mecanismos de la memoria de Sigfrid y los analiza a través de algunas personas que lo han tratado, así como a través del testimonio del algún psiquiatra clínico que explica con amplitud cómo es posible que el protagonista vaya reconstruyendo y alterando sus recuerdos en función de lo que le ocurre en el presente. Esa reinvención constante de su verdad no es otra cosa que un poderoso mecanismo de defensa para esquivar el dolor de lo visto y vivido.
«Nosotros los niños…» dice Mier en algunos momentos, revelando claramente indicios de su importante trauma, algo que se obstina en negar siempre que se le pregunta. Cinco años le costó al realizador Luis Ortas completar este profundo trabajo que muestra imágenes de los republicanos españoles del campo de Mathausen y algunas declaraciones de la familia de Navazo, el español que lo adoptó salvándole la vida, en las inmediaciones de Toulouse. El filme consigue explicar con concreción el rostro oculto de las secuelas del horror.
Más películas vistas en el Festival – Enlaces
– «La encrucijada de Ángel Sanz Briz», de José Alejandro González (Inaugural) entrevista
– «24 Jours» de Alexandre Arcady reseña
– «La Dona Jueva», de Bertold Brecht, por Antoni Verdaguer entrevista
– «Kaplan», de Álvaro Brechner reseña
– «Zero Motivation», de Talya Lavie (Clausura) reseña
©José Luis García/Cinestel.com