“La Terminal”, una película de Gustavo Fontán (entrevista)
Estrenada en Argentina
Los espacios constituyen uno de los elementos fundamentales en muchas de las películas que el cineasta argentino Gustavo Fontán ha rodado hasta la fecha. Una estación de microbuses ubicada en La Falda (Córdoba) parece el lugar idóneo para reflexionar acerca del tránsito, la gestión del tiempo, la soledad y también las historias amorosas. “La Terminal” es un filme conectado a experiencias y sensaciones de nuestro pasado y presente vital que tienen que ver con un mundo que está en constante movimiento pero que, al mismo tiempo, eso no significa que las personas nos comuniquemos y nos entendamos mejor entre nosotros.
Como aquí vemos, entre sombras y rayos de luz emerge un retrato espectral atemporal, donde resuenan fragmentos de historias de amor.
Gustavo Fontán presenta este film con características de documental afirmando que el germen de este proyecto posee una suerte de “cuestión prenatal” que tiene que ver con que todas las vacaciones de su infancia las pasó en Córdoba, concretamente en Cosquín o en La Falda, donde forjó sus primeras experiencias como persona entre los aires y aromas del extremo sur de las Sierras Pampeanas.
Y entre la exposición de motivos que le llevaron a hacer esta película figura su gran interés en conocer y bregar en un propósito común con el eminente director de fotografía Ezequiel Salinas, el cual es conocido por haber trabajado en otros brillantes proyectos anteriores, aun cuando lo que más le inquietaba era abordar con imágenes el fluir de los lugares de paso, con esos puntos concretos de espera donde el tiempo funciona de una manera singular.
Seguramente como consecuencia de haber filmado lejos del entorno bonaerense, Gustavo ha quebrado su compromiso de más o menos trabajar con el mismo o parecido equipo técnico y de producción en sus películas, y esta vez se aventuró con la compañía productora cordobesa Punto de Fuga Cine de Ana Lucía Frau y Eva Cáceres, a quienes conocía desde hace mucho tiempo, así como con Atilio Sánchez en el sonido y la posproducción, a la vez que repite en las tareas de montaje con el habilidoso Mario Bocchicchio.
La mayoría de películas dirigidas por Fontán contienen conexiones concretas e innegables con determinadas experiencias sensoriales y emocionales propias de muchos de los espectadores que gustan de ver este tipo de cine. Sabiendo esto, el realizador estuvo buscando junto con las productoras un emplazamiento fácilmente reconocible en la memoria de la mayoría de gente: “Elegimos la Terminal de La Falda porque precisábamos de un espacio que no tuviera una gran dimensión -cuenta Gustavo a Cinestel-, pero que tampoco fuera una superficie pequeña, donde pudiésemos observar cómo se vaciaba y se llenaba en distintos momentos y fundamentalmente focalizándonos en lo que yo quería mirar, que no era la gente que va a hacer turismo, sino que presté atención al movimiento de los micros interurbanos que van de pueblo en pueblo llevando a trabajadores y estudiantes. Y esa terminal nos permitía observar ese flujo a través de una hipótesis que implica que en esos lugares en donde no estamos, donde sólo pasamos, tienen que quedar huellas de las experiencias humanas de aquellos que los transitan”.
“De alguna manera la película trabaja con esas dos consignas, es decir, por un lado grabar el movimiento y por el otro tratar de que en la imagen quede algún tipo de residuo que hable de esos hábitos que tienen los viajeros de los microbuses”.
– De hecho aparece en el film la voz de numerosos testimonios de personas que dan su visión sobre el amor o sobre el desamor en un lugar de tránsito y algo de oscuridad.
Con el sonidista Atilio Sánchez desarrollamos una parte esencial del guion que tenía que ver con las experiencias humanas que podíamos recabar a través de sus propias voces contando algo tras haberles formulado una pregunta concreta nada más bajar de los micros, y esa pregunta era si querían explicarnos su historia de amor.
Esa era la pregunta que les hacíamos y algunas personas se negaban, muchas otras dieron su testimonio, y entonces lo que nosotros tomamos fueron retazos de esas grabaciones que en la película están en off, es decir, no se ve a la persona que lo narra sino que se escucha de una manera que queda como flotando en ese espacio. Esa era nuestra estrategia y las cosas que nos dijeron fueron maravillosas, muy emotivas.
Nosotros ya habíamos hecho previamente la tarea de grabar testimonios sobre la experiencia amorosa en Buenos Aires o en Córdoba antes de filmar la película para saber cómo funcionaba la pregunta, pero los resultados que habíamos obtenido eran malos porque accedimos a grupos muy psicoanalizados que no te contaban su historia, sino que tendían a generalizar sobre la idea o la teoría del amor. Y en La Falda nos encontramos con algo maravilloso que era que la gente contaba su historia personal, su experiencia más íntima, y esto para mí fue muy conmovedor.
– En la película se ve cómo los microbuses salen hacia atrás y luego avanzan, como si el primer acto fuese para tomar impulso. ¿Puede ser que esos testimonios sonoros que aparecen en el film también se refieran a personas que buscan un empuje en sus vidas a través de esa declaración sobre lo que les ha ocurrido?
Sí, porque el transitar es eso de algún modo, es decir, ir con los pesares, con esas experiencias que a veces son dolorosas, pero también con el deseo de ir hacia adelante, con esa proyección hacia el futuro, esa esperanza, eso que nos lleva día a día a seguir haciendo algo y esperando algo, esperando el amor o esperando el trabajo, e inclusive la llegada de alguien.
De algún modo ahí está el dolor, esa carga del pasado cuando hay una sensación de desasosiego, de pérdida del amor o de lo que fuese, pero también está la vida por delante, lo cual es muy apasionante porque es muy vital.
– Las terminales de microbuses son lugares en donde la gente apenas se comunica entre sí porque, evidentemente, no se conocen. Los que ya pintamos unas pocas canas recordamos que en nuestra infancia algunas personas se saludaban sin conocerse en estos lugares colectivos, pero eso dejó de ser así hace mucho tiempo. ¿Usamos el transporte público para comunicarnos entre puntos físicos, pero vamos perdiendo habilidad para interrelacionarnos con puros desconocidos?
Aunque los canales de comunicación están abiertos, estamos muy solos en el mundo. Y ahora vino esta cosa de creer que estamos comunicados porque tenemos el teléfono en la mano y nos perdemos la oportunidad de ver lo que está al lado y de hablar con gente próxima. En lugares como el de la película es donde más nos damos cuenta de eso y a nosotros nos pasó que teníamos que quedarnos horas y horas solos para filmar, con ese silencio, pero de pronto aparece un grupo de chicos que se conocen y juegan y demás, pero luego es esa especie de solitarios o solitarias haciendo su tarea diaria de viajar y cuando uno abre un canal lo que dicen es maravilloso, incluso cuando no aceptan hablar.
Nosotros no prendíamos el micrófono hasta que aceptaban responder a la pregunta y recuerdo que hubo un hombre que empalideció, le pasó algo muy extraño en la cara y nos dijo: ¡No, yo no tengo historias. Yo no sé leer ni escribir! Eso es lo que llamamos estar atentos a las experiencias humanas y un poco la película intenta acercarnos a un grupito chiquitito de todas ellas.
– Lo curioso en estos casos es que, a la hora de filmar, aleatoriamente te puedas encontrar con alguien cuya historia ni te la habrías imaginado nunca que pudiera existir, es decir, los personajes imprevistos muchas veces aparecen y enriquecen el documental o inclusive lo modifican, -hubo algún documental que inclusive cambió su título a raíz de una experiencia inesperada durante el rodaje-.
Absolutamente, porque está ese diálogo con lo real. Vos tenés una hipótesis de lo que vas a ir a mirar, pero luego dialogás con lo que está allí. No es que te lo inventás, sino que se establece un intercambio.
– Pues aunque te parezca sorprendente, hay gente que piensa que el documentalista ya lo tiene todo armado y niega la idea de que algunas cosas vayan surgiendo. Obviamente, en su mayoría son personas que nunca han participado en el proceso de llevar adelante un proyecto de este tipo.
En el cine documental por supuesto que hay una construcción, que podría ser que todo ocurra en tres días, que yo haya decidido mirar de una manera, que hayamos decidido investigar mucho con Ezequiel el movimiento fotográfico de principios del siglo XX que se llamaba “Camera Work” para ver cómo trabajaban con los contornos poco definidos y con zonas negras en el cuadro para que se vuelva frágil la imagen,… todo eso está pensado, claro, no es que está encontrado ahí. Lo encontrás ahí porque elegís un lugar que te facilita eso, pero lo cuerpos que pasan, los intercambios,… es algo que no está pensado previamente, es una interacción entre eso que está ahí y vos con tu mirada y la del equipo.
Esto es lo que decimos sobre el cine de lo real, que no es ni la realidad ni es la invención pura, sino que es una construcción que dialoga con eso que preexiste en el mundo.
– Las personas siempre estamos imaginando cosas y construyendo nuestro pensamiento y eso es también lo que hace el cine, poner en circulación historias que nos puedan interpelar a nosotros mismos e incluso nos hagan reflexionar sobre lo que estamos viendo, qué tanto tenemos en común y qué tanto no haríamos de la manera que se describe en un film.
Tal cual, pero vos viste que podríamos pensar que el cine nos interpela desde las historias, con cómo reacciona un personaje frente a algo que le pasa, con cómo transita algo que le sucedió, pero yo creo que también el cine nos interroga acerca de la percepción, cómo vemos el mundo, y esto es algo que hace que yo trate de no olvidarme que esto es el cine, viste, porque la tendencia, no tuya, pero sí de mucha lectura vinculada a lo argumental del cine, me parece que debería de ir acompañada permanentemente de una especie de atención puesta en cómo el cine construye percepción y que ahí hay algo central que atender, porque me parece que uno de los puntos centrales de construcciones hegemónicas tiene que ver con qué tipo de imagen y de relatos nos vamos habituando a ver y cómo eso, de alguna manera, se vuelve hegemónico en términos perceptivos. Ahí yo creo que hay algo teórico y complejo, pero que me parece muy interesante.
©José Luis García/Cinestel.com