“La Escuela contra el margen” revisa el detrás de escena escolar
Estreno en Buenos Aires
Nadie los ha obligado a estar allí. Unos chicos y chicas de la Escuela Manuel Mujica Láinez de Villa Lugano, barrio de Buenos Aires perteneciente a la Comuna 8, acuden a un taller optativo impartido por Florencia, quien acaba de ingresar como nueva docente. El propósito del mismo es el de armar un mapeo colectivo para participar en un encuentro de Jóvenes y Memoria con otras escuelas, a realizarse en los hoteles de Chapadmalal.
“La Escuela contra el margen” es el encuentro con estos chicos que residen en una de las zonas más postergadas de la capital argentina, lugar donde se encuentra el Parque Indoamericano que fue escenario de unos tristes sucesos entre vecinos, como consecuencia de la toma del mismo en 2010 por parte de miles de personas que carecían de una vivienda digna.
Arrastrados hasta los márgenes con motivo de la prevalencia de un sistema económico injusto y generador de pobreza, estos alumnos de la Escuela llevan a cabo un proceso de trabajo dentro del aula que es registrado durante un año por la cámara de Lisandro González Ursi y Diego Carabelli, directores de este filme que a su vez también trabajan como docentes capacitadores, lo cual indica que ambos conocen en primera persona la dinámica que se genera en las aulas.
Inquieta saber que las chicas y chicos que están en la Escuela son descendientes de los dos bandos enfrentados por los disturbios (también policiales) que ocurrieron después de la toma del Parque, pero por otra parte, reconforta el conocer que el centro de enseñanza adoptó un papel activo, abriendo las puertas a un debate alrededor de aspectos como lo absurda que es la violencia, e igualmente en favor de la defensa de los derechos básicos de todas las personas.
Y en todo ese entorno francamente inestable es donde actúan los docentes, quienes con el mejor de sus desempeños e ideas procuran tender un cable para que estos alumnos se sientan realizados y sepan afrontar las falsas ideas preconcebidas de quienes los imaginan abocados a las adicciones o a la delincuencia. Los directores del filme responden las preguntas de Cinestel:
– ¿Es más recomendable ser al mismo tiempo docente y cineasta para abordar un documental de este tipo?
Uno de los orígenes de la idea de este documental tiene que ver con conocer, como docentes, lo que ocurre durante un proceso pedagógico, sobre todo, cuando existen instancias de producción por parte de los/as estudiantes.
Hay algo que tiene que ver con una transformación muy potente que se produce en el plano individual tanto en estudiantes como en docentes, y sobre todo, una reformulación del vínculo muy importante.
Esa sensación tan potente como difícil de transmitir oralmente fue, sin dudas, uno de los objetivos que fuimos a buscar con este proyecto.
Y para reforzar esa búsqueda decidimos, además, conformar el resto del equipo de rodaje por integrantes que tuvieran esa doble condición, por un lado realizadores/as audiovisuales y, por otro, experiencia como docentes en escuelas secundarias, como para que entiendan cómo funciona el dispositivo áulico y así poder estar más receptivos a la hora del registro.
– Parece difícil llegar hasta los chicos y chicas. ¿Creéis que es más fuerte para ellos su rol de grupo que el individual de cada uno?
En los primeros momentos suele ser normal que existan algunas resistencias y que sean expresadas de manera grupal. Y esto ocurre tanto para un equipo docente nuevo, que se presenta ante un grupo y propone un trabajo para todo el año, como para este tipo de registros documentales, más observacionales, donde siempre van a existir cámaras y micrófonos registrando todo aquello que sucede. Ambas circunstancias (el trabajo docente y el registro documental) lo están sostenidas en un vínculo humano, y ese vínculo es un proceso de confianza que se va forjando de a poco, siempre de menor a mayor.
En este sentido, la película propone un poco ese recorrido; cómo el grupo primero se resiste y luego se va soltando, abriéndose e invitándonos a entrar en él, a ser parte, conociendo algunas de sus individualidades más en profundidad, pero a la vez, invitando a construir una nueva dinámica colectiva.
– ¿Y estos muchachos pueden comprender términos como la ‘cosificación de la pobreza’ para oponerse a ellos?
La película, a partir de lo que sucede durante las clases, pone en discusión la mirada que tienen sus estudiantes sobre ellos/as mismos/as y sus barrios, pero también, y sobre todo, sobre cómo el resto de la sociedad suele mirarlos/as y catalogarlos/as. Es aquí donde aparecen las discriminaciones, estigmatizaciones, e incluso, la xenofobia.
Ellos y ellas entienden perfectamente estos lugares comunes e injustos desde donde suelen ser presentados, sin embargo, esos discursos son tan fuertes y dominantes que, muchas veces, hasta ellos mismos pueden terminar siendo reproductores de esas lógicas discursivas. El trabajo que propone el equipo docente en la película, apunta precisamente a confrontar esos discursos hegemónicos instalados, con el objetivo de deconstruirlos y generar nuevos sentidos y miradas.
– ¿Consideran que la necesidad de aumentar su autoestima estaría en primer lugar entre los estudiantes de su película?
La violencia discursiva que se ejerce desde los sectores de poder para con los sectores más postergados de la sociedad se realiza desde diferentes niveles y modalidades. Pero sin dudas, triunfa cuando aquellos sectores piensan que ese lugar que la sociedad les concede es el acorde, el que de alguna manera merece. El trabajo de la escuela, entre otros, tiene que ver con desarmar estas lógicas instaladas.
Por otro lado, estas escuelas tienen que trabajar de manera abnegada para incluir a sus estudiantes adentro de un proyecto escolar que los contenga y ayudarlos a que lo puedan sostener durante todo su trayecto, ya que existen altos índices de deserción escolar.
En este sentido, la escuela debe luchar contra viejas recetas educativas donde el estudiante es ubicado en un lugar pasivo, considerado falto de conocimiento y, por tanto, debe obedecer para aprender. Estas lógicas lo único que consiguen es que el estudiante piense que efectivamente no sabe, se frustre y, finalmente, pierda el interés por la escuela.
En cambio, este tipo de proyectos educativos, como el que registra la película, apuntan a trabajar en los saberes y experiencias que los estudiantes traen consigo y de esta manera, la palabra de ellos es tomada en cuenta para el proceso de aprendizaje, esta idea más constructivista, sin dudas, impacta en levantar el autoestima y de esta manera, aparecen las ganas de interesarse, de desarrollar proyectos y, en definitiva, ganas de aprender.
©José Luis García/Cinestel.com