“Partidos, Voces del Exilio”; conocer todo para que no vuelva a pasar
Estreno en Buenos Aires
Ser conscientes de la tremenda gravedad de algunos hechos que ocurrieron en el pasado es de enorme importancia para tratar de evitar en lo posible que estos u otros similares se puedan repetir en un futuro.
Juan Gastaldi es un activista político que huyó de la Argentina en el año 1978 para terminar radicándose en Madrid, una ciudad que saboreaba en aquel entonces los primeros pasos del retorno a la democracia tras el golpe de Estado de 1936.
“Partidos, Voces del Exilio” es un documental de Silvia di Florio que ofrece un enfoque inédito acerca de las consecuencias personales y sociales de un exilio forzado por las circunstancias de represión que la dictadura argentina había implementado contra los militantes de determinados partidos políticos no afines al arco ultra-liberal.
Donde la realizadora encuentra la mejor manera de expresarlo es a través de la mirada de los hijos de aquellos exiliados, pues en esos descendientes está casi siempre el motivo por el cual aquellos hombres y mujeres desplazados decidieron quedarse en su tierra de acogida, generando así una sana contradicción estimulada por los vínculos de afecto que les unen a ambos territorios.
Como ella misma dice, esta es “una ventana, una mirada, catorce voces que ponen el tema sobre la mesa, que nos interpelan para poder reflexionar, para poder trabajar colectivamente desde la Memoria de una parte muy importante de la Historia de todos nosotros”.
Un ciudadano ilustre de Madrid llamado Héctor Alterio, obligado a quedarse en España porque en 1975 fue amenazado por la Triple A mientras se encontraba en esa capital, recita en la película un emotivo poema de León Felipe, ¡Qué Lástima!, dedicado a los estragos del exilio forzado. Y la hija del actor, Malena Alterio, también participa en este documental, entre otros hijos de exiliados.
“Partidos, Voces del Exilio” es una película coral que no tiene precedentes y que además está contada por una directora que también conoció en primera persona las más recónditas entretelas del destierro obligado por la sinrazón y la ilegalidad, pues ella también emigró en 1977, primero a Brasil y más tarde a Suecia. Di Florio ha contado con el realizador Andrés Habegger, -exiliado a México con su mamá desde muy chiquito-, para construir un guion que luego pudo concretarse en un libro.
Pero fue Juan Gastaldi quien propuso la idea de este filme: “Yo vivo en España desde hace más de 40 años, y desde Madrid estoy al tanto de la evolución de las leyes de la Memoria Histórica, los distintos posicionamientos y los problemas que hay en la Cámara de Diputados, el trabajo de Emilio Silva,… y creo que aquí subyace la necesidad de contar para que no queden las cosas sepultadas por el terror o por el miedo, debajo de la cama o de la alfombra, o simplemente que no se hable en las familias. Así que sentí la necesidad de decirle a la sociedad madrileña o a la catalana lo que pasó” -nos cuenta en entrevista conjunta con la directora del film-.
– Es circunstancial, pero no por ello menos relevante, el hecho de que cuando se inicia la dictadura en Argentina, la española se acaba y quienes vinieron al exilio encontraron una gran receptividad y mucha más gente activa y concienciada por estos problemas que por ejemplo la actual. ¿Lo recuerdan así ustedes?
Juan Gastaldi: Sí por supuesto. No veas la explosión de vida que significaba eso, con toda esa militancia de gente que había estado luchando y que salía de las cárceles con la llegada de la democracia y se volcaba en las calles, en la cultura. Yo viví en Madrid y Barcelona y pude vivir la explosión de creatividad, de vitalidad, de ilusión política y de cambio para la idea fundacional de una democracia distinta.
Me acuerdo de las canciones de Sisa o la de L’estaca, de lo que significaban, y todos esos signos que uno hizo propios y se emocionaba al escucharlos, y como ocurría con Al vent de Raimon. Todo eso pasó a formar parte de la cultura política de un exiliado, como en mi caso. España y Catalunya dieron todo eso.
– También creo, Silvia, que quisiste dar una oportunidad especial de expresión a los hijos de los exiliados en tu película. ¿No es así?
Silvia di Florio: Sí, y además de los catorce testimonios que aparecen en el documental, íbamos a recoger otros más pero no pudo ser por la pandemia, porque a medida que aparecimos en Madrid para el rodaje, la gente empezó a contactar con el interés de contar cosas para la película y, aun cuando por limitaciones de tiempo no se pudo acceder a todos, la totalidad de los que nos expresaron su realidad están reflejados en el filme, a propuesta de la montajista Marcela Sáenz.
– ¿Y a los hijos de Juan, cuando estudiaron en Madrid, les hablaron de estos temas en las escuelas?
Juan: Yo te diría que no, que muy poco, pero sí que encuentro que hay una sensibilidad. Como ejemplo te contaré que la hija de una compañera mía de trabajo hizo una tesis de fin de carrera en Bellas Artes sobre la fosa común donde está su bisabuelo, en Extremadura, donde pasa una carretera, y ella fue la primera de las distintas generaciones que peleó por ello. Y eso es ilusionante, que una chica de 24 años haga su trabajo sobre la fosa común -sin abrir todavía- donde se sabe que está su bisabuelo. Así que este dolor se pasa de generación en generación.
En Argentina por suerte ha pasado otra cosa y el Estado ha intervenido, ha generado las leyes y ha puesto los medios necesarios para actuar, cosa que confío que la nueva ley de la Memoria que se está discutiendo ahora en el Congreso de Diputados, de alguna forma repare esto. Veremos.
– Y una cosa que parece evidente es que una parte de ustedes no regresó a la Argentina porque sus hijos ya estaban integrados en la sociedad española y europea.
Juan: Exactamente, has dado en el clavo. Había varios factores: uno era el hecho de que al regresar había que reinventarse la vida otra vez dejando atrás una carrera profesional ya previamente establecida; otro, los lazos de amistad que uno había hecho en el lugar de acogida; y un tercero era pensar que la democracia tenía una construcción muy débil en la Argentina en esos años, además de que después hubo dos intentos de rebelión militar.
A partir de todo eso, uno se había acostumbrado a una estabilidad democrática, a una seguridad. Es decir, yo recuerdo el momento en el que dejé de ver a la policía con terror y empecé a verlos como un servidor público que en realidad estaba al servicio del ciudadano y no había por qué tenerle el temor que nosotros habíamos tenido de que podía ser un asesino en potencia ese policía. Acá cada uno construye con la autoridad la figura que quiere.
– Me llama la atención que ustedes encontraron financiación pública del INCAA en Argentina para la película, mientras que en España no la consiguieron, teniendo que recurrir a un crowfunding (financiación colectiva). ¿Buscaron alguna coproductora española?
Juan: Buscamos, tuvimos entrevistas, pero la desmemoria es sorprendente. Estuvimos en dos o tres productoras, pero el tema no interesaba. Y yo lo entiendo, porque España es un país que todavía tiene 120.000 españoles enterrados en las cunetas, ¡qué cojones! Ahí encontramos un contraste entre el exilio argentino y semejante historia truculenta en la que España está por debajo de Camboya en cuanto a cantidad de desaparecidos asesinados.
Carlos Slepoy, que fue una figura relevante que ayudó a juez Garzón a imputar a Pinochet, también se encontraba con respuestas parecidas, como que no les importaba. Y para la película hubo un agente español de productora independiente que estaba interesado, pero justo la entrevista era el 20 de marzo de 2020, y ahí hubo que suspender todo.
Silvia: Como dice Juan, la Memoria es una construcción permanente y realmente allá (en España) es muy difícil porque cuando la memoria no se trabaja cotidianamente, entonces se transforma en un tema menor.
– Y una última curiosidad que tengo. Al principio de la película se mencionan Madrid y Barcelona, pero no sale testimonio alguno desde la capital de Catalunya. ¿Estoy en lo cierto si pienso que fue por una cuestión del tiempo disponible y para no hacer una película excesivamente larga de dos horas o más?
Silvia: Así fue. Había testimonios en distintas partes y sentí que podía ser un trabajo enorme, de algún modo interminable como película, aunque habría sido valiosísimo poder recoger todos esos testimonios, porque la verdad es que tanto Madrid como Barcelona son un ejemplo, pero también en México y Brasil hay colonias de exiliados argentinos de muchas ciudades del mundo y entonces era un poco difícil. Sí lo pusimos al principio, porque si mencionábamos solamente a Madrid, estábamos excluyendo otra ciudad importante que también congregó a muchos exiliados argentinos.
Juan: Pero la idea desde el comienzo fue poner en diálogo a las dos ciudades que definitivamente aparecen, a Madrid con Buenos Aires, y también como una forma de acotar, porque como tú decías, saldría un documental de dos horas o más.
©José Luis García/Cinestel.com